Mensajepor Farfano » 03 May 2006, 11:46
EN LOOR DE UN ARTISTA
Volemos hoy sobre una humilde tumba, y sean los giros de nuestro vuelo como letras que, unidas unas a otras, van formando palabras y estas forman estrofas en loor de un artista muerto ya.
Me han llegado estos dias cartas diversas hablándome del cuarto aniversario de la muerte de un músico, del maestro Farfán. Elogiar al que vive y al que triunfa, puede ser, y es a veces, elogio interesado. Acordarse del muerto, ese sí que es elogio y homenaje de afecto y prueba de sincera admiración. En este caso resaltan dos aspectos muy dignos de loar; uno es que fue buen músico y el otro que vivió amando a Sevilla y enamorado de ella hasta el punto de que su inspiración, lo mejor de ella al menos, la dedicó a Sevilla y a sus Vírgenes.
Para mí, de los triunfos profesionales del maestro Farfán, de los premios en concursos y certámenes de su copiosa producción (pasan de cuatrocientas las obras que compuso), de todo ello, no me emociona nada como la unción mística y sevillana a la vez, con que ungía sus marchas cofradieras. Por ello no es extraño que, como él afirmaba, hubiese llorado más de una vez escribiendo "El Refugio de María" y por ello surgió de su inspiración aquel "Pasan los campanilleros" o aquella otra dulce composición "La Estrella Sublime".
El día de las alabanzas no es más que uno: aquel de nuestra muerte. Eso cuando las alabanzas son meramente formularias. Mas, si son merecidas, las alabanzas no se acaban tan pronto. Y este caso del maestro Farfán, muerto hace ya cuatro años y aún presente en la memoria y en los elogios de los buenos sevillanos, nos dice cuán merecidos son tales loores.
La música es ritmo, armonía, compás, proporción y medida. De todo ello hubo en la vida del maestro de las marchas procesionales sevillanas. Nada desarmónico, desacompasado, sin proporción, sin ritmo y sin cadencia. Fue la suya una vida concertada, un concierto de amores elevados; divinos los unos, inspirados los otros, enamorados de la ciudad los demás.
La ciudad lo debiera pagar: una glorieta, un rincón recatado y fuera del bullcio, un lugar tranquilo, callado, humilde, con blancura de cal, y alegría de flores, y en tal lugar un azulejo que recordase al músico que hubo en Sevilla, un músico inspirado que pasó por la vida como "Pasan los campanilleros" alegrando a los hombres y a los cielos con los sones de santas alabanzas y que se fue del mundo porque quiso y ansiaba contemplar a "La Estrella Sublime" a la que él en la marcha de este nombre le ofreció el homenaje de su fe y de su amor y de la que, seguro de su misericordia, esperaba que fuese su refugio. Que este sentido tienen las lágrimas que en tanto que escribía "El Refugio de María" derramó dulcemente el maestro Farfán.
"Pajaritas de papel", sección diaria de "El Correo de Andalucía", por José Montoto (1948), citada en "Los Font y Manuel López Farfán en el recuerdo eterno de Sevilla" de Manuel Carmona (Sevilla, 1988).