Artículos en el libro de la marcha editada:
Descripción general e intenciones del autor:
La primera parte de la marcha no es más que una introducción para adentrarnos de lleno en el núcleo central de la composición: el tema principal, que se escucha hasta tres veces. Esta parte, que llega a hacerse grande y poderosa en el tutti central, quiere destacar la fuerza y majestuosidad que desprende la Sagrda Imagen de Ntra Señora del Mayor Dolor.
La segunda parte pretende transmitir la condición humana de la Virgen María, su resignación y lamento ante el ver cómo su Divino Hijo es conducido hacia el Calvario para ser Crucificado. Aquí la contundencia de la primera parte deja paso a la pesadumbre y la tristeza, llegando al punto culminante del dolor: ¡EL MAYOR DOLOR! Para desembocar en silencio hasta la Muerte del Redentor.
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El Mayor Dolor: estreno de una marcha en la calle
Se abren las puertas de San Pablo. Al fondo, en la oscuridad, se distingue el brillo de la cruz de guía, que poco a poco va saliendo al Compás de San Pablo. Le siguen serios nazarenos morados, como nazarenos de otros tiempos, nazarenos de la cofradía decana de San Lorenzo, hoy saliendo de una iglesia extraña.
¡Se oye un llamador! Y a continuación, el golpe seco de las zapatillas de esparto de los costaleros con las lozas marmóreas de la fernandina iglesia. El paso del antiguo Señor de los Panaderos ya está alzado. Empieza a sonar Nuestro Padre Jesús del Calvario, marcha-himno de la cofradía.
Poco a poco, el delicado Nazareno, sobre su impresionante paso de refulgente dorado, empieza a caminar situándose frente a la puerta que lo pondrá un año más en las calles de Córdoba. Muy despacio, con pequeños pasitos, comienza a atravesar la ajustada puerta en una complicada maniobra. Al instante, el Señor de dulce gesto ya está subiendo de forma solemne la sempiterna rampa del compás, a los sones de su marcha.
Antes de darnos cuenta, el Nazareno de San Lorenzo ha atravesado la barroca puerta exterior del compás y poco a poco, siempre elegante y con paso decidido, se aleja, camino del Calvario, al son de tristes lamentos de corneta.
Nuevos tramos de nazarenos siguen al Señor y anuncian que su madre está próxima a salir.
¡Suena el martillo! Y con otro golpe de esparto en el mármol, crujir de maderas y chocar de fleco en los varales, adivinamos que Ntra. Sra. del Mayor Dolor ya está en pie, avanzando para seguir la Vía Sacra de su Hijo y compartir Su Calvario.
Suena EL MAYOR DOLOR.
La introducción de la marcha, donde en cada compás parece que avanza un poquito más, nos muestra al palio revirando frente a la puerta, elegante, mayestático, con aires decimonónicos, como de otros tiempos, tiempos que no conoció esta Sagrada Imagen, pero que su Hijo le contó.
En poco tiempo, el palio está enmarcado en la puerta de San Pablo y sus fieles costaleros, casi genuflexos, hacen el soberano esfuerzo que pondrá a su Madre en el compás de San Pablo.
La introducción ha terminado, el palio ya está en el compás, los graves comienzan un bajo continuo, picado y andarín, como los pasos de los costaleros sobre la rampa que solemnemente asciende Ntra. Sra. del Mayor Dolor. La leve melodía le da el punto de romanticismo a la escena.
De repente, la melodía se ve enriquecida con octavas, terceras y quintas y aparece un contracanto. Todo ahora es igual, pero más grandioso y más solemne, porque la Madre ya está fuera y los ojos brillosos de quienes la admiran la ven alejarse bajo la mirada de las columnas de los grandes tiempos de Córdoba.
Antes de seguir, un nazareno no ha podido evitar echar la vista hacia atrás, buscando la torre vigía de San Lorenzo. Pero este año no, este año no se ve. Este año hay que mirar al frente, buscando la torre mayor, la torre de la Catedral.
El tema de antes terminó con una cadencia y suena ahora un fragmento nuevo, estático y dubitativo. El palio llegó a las Tendillas, pero sus costaleros no giran como siempre, buscando San Miguel, giran hacia el otro lado y la Virgen, algo confusa, se da cuenta que este año su Hijo ha cambiado su Vía Sacra y pronto comienza la melodía a acelerarse y a ascender como loca. ¡Aprisa costaleros! ¡Que mi Hijo va ya por Santa Ana!
Volvemos al tema grandioso, pero más acompañado y más rico, porque la Madre sabe que este camino le llevará a la Catedral, donde durante unos minutos, estará junto a su Hijo, y su Corazón Traspasado está exultante y ansioso de que llegue ese momento.
Una modulación nos introduce en el delicado trío, donde las maderas primeras comienzan un diálogo con los saxos, oboes y bombardinos. Todo es nuevo para Ella y con suma delicadeza, sus costaleros la van llevando con primor por el intrincado itinerario de la Judería, de calles estrechas y laberínticas. Este año hay que tener más cuidado si cabe, pues además de estrecho, también es nuevo para ellos y en el acompañamiento, los grupos de tres corcheas de las segundas maderas nos evocan sus pasos y el movimiento ondulatorio y periódico que crean en el palio.
El trío sigue con su delicadeza arrullando a la Madre Dolorosa en el Patio de los Naranjos, donde al fondo, en el interior del Templo Mayor, ya ve a su Hijo sobre su trono dorado. Ya no descansará hasta el interior, para encontrarse con Él.
Pero el trío está cambiando. Por un momento se paró el diálogo. El encuentro terminó, el Hijo avanza ya de vuelta por la calle de la Feria y la Madre retoma su Vía Dolorosa tras Él.
Tras el silencio melódico, vuelve el diálogo que ahora tiene más voces y más riqueza armónica, con metales junto con las primeras maderas, que en un crescendo desemboca en otro pasaje de corcheas acompañantes y atractivas melodías de tresillos, porque la Madre está ya junto a San Francisco y le embriaga el olor de la calle a azahar.
Todo ha crecido y muchas voces se entremezclan. Es la gran multitud expectante, que ve cómo la procesión ha llegado a la espaciosa Capitulares y el Señor, solemnemente, está entrando en San Pablo.
Ntra. Sra. del Mayor dolor llega elegante, pasa ante la gente del barrio, que ha venido hasta aquí para despedir a su cofradía decana, y pronto se interna en el compás de San Pablo, a los sones de una melancólica y triste melodía, que nos evoca la marcha más fúnebre de todas las fúnebres, lúgubre y oscura, como la oscuridad en la que, poco a poco, se interna la Madre Dolorosa, hasta que las últimas notas en ritardando, muy lentamente, cierran las puertas del templo que este año acogen El Mayor Dolor.
Francisco Rafael Yépez Pino
Músico y cofrade
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Sencillez
Esta sencilla y humilde obra nace del virtuoso sentido musical de un joven cordobés. Sentido que le viene heredado y forma parte de él desde su infancia.
Es una obra primeriza, pero sólo en concepto, ya que para mí ha constituido una auténtica revolución. Destacan en su totalidad de compases la atención prestada al costalero… y al mismo tiempo consigue sobrecoger el corazón del aficionado a esta gran tradición que es la Semana Santa.
Una introducción que parece resumir el resto de la obra y una melodía principal que se queda grabada desde la primera vez que la escuchas; una pausa marcada por ecos polifónicos y escalas que ponen el vello de punta; y cómo no, una conclusión cuyo único problema es que se sabe que va a concluir.
Tiene las características propias de las obras populares, en cuanto a que gustan de ser interpretadas por las bandas, gustan de ser dirigidas y que sin duda, con su sencillez, inspira a todo aquel que la escucha, le transporta al sentimiento de María, y facilita la reflexión interior.
Como músico, me parece una obra directa, sencilla, que emociona y que permanece imborrable en la memoria.
Ignacio Lozano Ruiz
Hermano del autor
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El Mayor Dolor o la genialidad de
una oración hecha marcha
Una marcha es algo más que una serie de notas armonizadas de una determinada manera para que resulte un sonido lo más bello posible. La grandeza de una marcha, su genialidad, radica en la riqueza de componentes que de ella sustraemos, una suerte de mezcolanza musical y técnica, pero también devocional, concreta, religiosa e íntima, que evoca la relación del sujeto que la compone con nuestro Ser Supremo, que se manifiesta a través de las Imágenes Sagradas a las que rendimos culto y mostramos fervor. Es por ello, y no por otra cosa, que el subgénero de la música procesional encuentra su funda-mento último y su principal baluarte en aquello a lo que se dedica: la Semana Santa.
En una época en la que parece resurgir con moderada fuerza lo singular e irrepetible de lo añejo, no debemos dejar de lado a los grandes compositores actuales, que con una labor desgraciada-mente silenciada y poco conocida por el gran público nos legan, obra tras obra, marchas que deberían ser perdurables, no sólo en el papel y escondidas en un archivo por compromiso, sino aunadas, en su medio natural, con los componentes inequívocos de nuestra Semana Mayor: naranjos en flor, aroma de azahar, lágri-mas de cera y luna de Nisán.
Con la ilusión de un primerizo, con las ganas de quien empieza y con la resplandeciente satisfacción del que lo da todo, aparece en el panorama creador Alfonso Lozano que, con El Mayor Dolor, irrumpe con brillantez exponiéndonos sus intenciones musicales, su madurez y su serenidad.
A modo de celebración por sus diez años como hermano en la Herman-dad de la Vía Sacra de Nuestro Padre Jesús del Calvario y Nuestra Señora del Mayor Dolor, y como ofrenda en forma de marcha a la Titular mariana de la Cofradía, el autor desarrolló una melodía que, evocando a los grandes, rondaba su cabeza, y que se convirtió en la poderosa marcha que, grandiosamente estrenada, paladearemos.
Nos encontramos, por tanto, ante un cofrade de ésos de una Hermandad, de autenticidad religiosa, que no se pierden en vericuetos de dispersión de devociones. Vinculado también a la Hermandad de la Esperanza, por pertene-cer a su banda de música, sitúa como ejemplos de devociones fundamentales en nuestra ciudad a María Santísima Nazarena y a la Virgen de las Angustias, destinatarias de rezos y oraciones durante varios siglos, y que conforman una pareja imprescindible de la Semana Santa de nuestra querida ciudad.
Las casualidades y, por qué no, las causalidades de la vida, hicieron que hace dos años ingresara en un ilusionante proyecto que día a día deviene más trascendental en nuestra vida cultural y cofrade: la banda de música de María Santísima de la Esperanza. Allí captó la música en su más pura esencia, aprendió a entenderla como una forma de vida, como una manera de desconexión con la dureza de la vida real, supo disfrutar tocando buena música y saboreando el dulce aroma que emana de un pentagra-ma. Allí admiró lo clásico, se extasió con la música de su compositor predilecto, el maestro Ricardo Dorado, e intentó desen-trañar las complejidades melódicas de don Pedro Gámez. Allí confirmó que Amarguras es el himno de la Semana Santa, que Saeta Cordobesa es, en su opi-nión, la mejor marcha cordobesa, porque refleja todo el sentir de una ciudad emocionada, y que junto con Lágrimas y Desamparo deberían ser indispensables en cualquier repertorio que suene en Córdo-ba. Allí despertó una vocación musical latente. De todo ese esfuerzo, de esas horas de ensayo y de estudio de los grandes surgió esa melodía: El Mayor Dolor.
Hoy, los que amamos la música procesional gozamos de un regalo para nuestros oídos. Hoy, Nuestra Señora del Mayor Dolor recibe esta humilde obra: una oración en forma de marcha.
Javier Bazán Benítez
Crítico musical y Cofrade
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De tus compañeros de la banda
Somos Francisco Moreno (oboe), Javier Povedano (clarinete) y Antonio Tavera (caja), amigos y compañeros de banda de Alfonso Lozano Ruiz, compositor de esta marcha. Hemos colaborado con él, ayudándole en ciertos matices, y tocándola “en familia” en su casa, para que él comprobara la calidad de su propia obra.
Fue una grata experiencia tener el lujo de ser los primeros en interpretar una marcha, que, para nosotros, guarda una gran emoción, al estar compuesta por un amigo nuestro, un cofrade de pro, que sin tener estudios musicales, aprendió fugaz-mente haciendo un gran esfuerzo −ya que no es fácil empezar con la música avanzados los 20 años−, con tal de tocar las marchas que siempre le han llenado. Esta marcha no es una obra musicalmente perfecta, no puede ser valorada desde un punto de vista profesional, pero es una marcha compuesta con una sola idea musical: la devoción por Ntra. Señora del Mayor Dolor.
También nos llena por haber ayudado, más que a la composición, a la instrumentación. Queremos especificar con esto, que el único y legítimo autor de la marcha es Alfonso Lozano Ruiz.
Queremos desearle todo lo mejor, a él, en su recién iniciada carrera musical, y a su marcha, que esperemos tenga el éxito y la crítica que nosotros mismos enfundaríamos. Y cómo no, a su herman-dad, que ve sólidamente ampliado su patrimonio musical con la primera mar-cha dedicada a su bella Virgen: “El Mayor Dolor”, por Alfonso Lozano Ruiz.
Francisco José Moreno Carmona
Javier Povedano Ruiz
Antonio Tavera Alba
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Agradecimientos
* A D. Rafael Wals Dantas y D. José Santofimia Sánchez, por su inestimable ayuda en la revisión de la armonía de la composición.
* A los compañeros de mi querida Banda de la Esperanza, D. Javier Povedano Ruiz, D. Rafael Casas Ferreras, D. Francisco J. Moreno Carmona y D. Antonio Tavera Alba, por su comprensión y respeto constante, aportando ideas y colaborando conmigo.
* A D. Javier Bazán Benítez, por el gran apoyo que me dio desde el principio en esta idea musical, y por la ilusión compartida de este proyecto.
* A D. Francisco Rafael Yépez Pino, por brindarme desde siempre su ayuda, atendiendo en todo momento mis dudas y dándome ánimos para que esto llegara a buen puerto.
* A mi hermano, D. Ignacio Lozano Ruiz, y a toda mi familia, por entender mis inquietudes musicales, y ser tan comprensivos.
* A D. Valentín Moyano Fernández, por la magnífica composición fotográfica que aparece en la contraportada, en la cual está plasmada de manera magistral toda la historia de mi hermandad.
* A la Sociedad Filarmónica “Nuestra Señora de la Oliva” por la prestancia y buen hacer que ha tenido con esta hermandad.
* Por último, a todos los que forman la gran familia de la hermandad del Calvario, a la cual me honra pertenecer, por todos los buenos momentos que hemos vivido juntos.
A todos vosotros, mil gracias por vuestra amistad y cariño.
Alfonso Lozano Ruiz
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Saludos.