Mensajepor Jose de Jaen » 24 Abr 2012, 11:12
Descripción que hace el propio Francisco Pastor de esta bellísima y sobrecogedora obra :
Mater Desconsolata -Marcha lenta- (op. 33)
Nunca he podido sustraerme a la belleza; se encuentre donde se encuentre, siempre es para mi motivo de inspiración, energía creadora.
Una mañana de la Cuaresma del 2008 visité el siempre elegante blog de Mateo Olaya y allí estaba esperándome. No la conocía, nunca la había visto, no sabía siquiera de su existencia, pero tenía que existir, no podía ser de otra manera.
El escultor granadino Pedro de Mena y Medrano la talló con gran maestría y con mayor belleza. Me estremeció la sensación de desconsuelo que transmitía su cara y su mirada ausente, perdida. Su encarnadura pálida resplandecía sobre el bellísimo atuendo negro que lucía ese día. Una cara de niña envejecida de un golpe brutal, inmisericorde y unas manos entrelazadas porque no encuentran otro lugar de mayor fortaleza donde asirse para no derrumbarse; otra vez más el amor dolorido se refugia en el propio amor para generar amor y vida y esperanza y desconsuelo y dolor y de nuevo amor.
Y tuve que reaccionar de la única manera que mi ser de artista sabe y entiende, tuve que plasmar en mi música su belleza y su desconsuelo, dos ilusiones que parecen opuestas pero que se transmutan la una en la otra sólo con herir un sentimiento.
No te conocía, pero te había presentido; recordé que tiempo atrás plasmé mi sensación de desconsuelo en una pequeña obra de Capilla, que fue tan mal comprendida por algunos como casi siempre lo es el desconsuelo para quien no lo sufre. Por eso he retomado ese pequeño trozo de mi música y he levantado sobre él un elogio a la belleza y al amor desconsolado, inspirado por la visión -triste y bendita- de la Virgen de la Soledad que tallara el genial Pedro de Mena y que procesiona cada mañana de Sábado Santo en la localidad cordobesa de Cabra.
Un importante e ilusionador proyecto musical planteado para el medio plazo, me tenía comprometido en la composición de una marcha lenta que intentara un nuevo paso al frente en el concepto habitual de la marcha de procesión. De inmediato tuve la certeza de que esta obra -que finalmente ha nacido con el título de Mater desconsolata- era el paradigma del proyecto que teníamos planteado.
Se trata de una obra seria, de un marcado carácter clásico, asentada en un compás de dos por cuatro, a la manera de las grandes marchas fúnebres románticas beethovenianas (segundo movimiento de las Sinfonías nº 3 y 7) y con unos desarrollos temáticos y armónicos muy trabajados. La estructura de la marcha es también muy curiosa, A(con repetición)-B-C, sin repetición en el trío y con un cambio de tonalidad al final muy sugerente y espectacular dentro del ambiente sonoro "siempre controlado" en el que se desenvuelve toda la obra, de manera tal que incluso la percusión parece tan ajena a la música como el desconsuelo pudiera parecerlo a la belleza. Cinco minutos de una música que se separa premeditadamente de la popularidad para sumergirse en el recogimiento, en la meditación, para profundizar en la belleza que existió donde luego arraigó el desconsuelo.
La localidad cordobesa de Cabra le sostiene cada Sábado Santo la mirada ausente a La Soledad y confronta su emoción, sus sentimientos, con la patética realidad de quien ya no puede soportar más sufrimiento. Mi pequeña realidad de artista ha tenido que urdir una trama musical para no olvidar jamás esa belleza indefinible, indescriptible con conceptos humanos: de ahí que sólo la música pueda rememorarla con su lenguaje universal.
Francisco Pastor Bueno