Le conocí gracias a la música de su padre. Sabía que detrás de "Saeta Cordobesa" tenía que haber un buen hombre y que mucho de esto habrían heredado sus descendientes. No conocí a fondo a d. Pedro Gámez hasta que un día tuve la fortuna de conocer a Leandro Gámez.
Impulsado por reconstruir lagunas biográficas del compositor que hizo de la marcha procesional una lección de contrapunto y armonía, me puse en contacto con él. Me abrió las puertas de su casa en Córdoba, como quien recibe a alguien que conoce de toda la vida. Allí, entre sus paredes, pude respirar el pasado de un director militar que ante todo era una gran persona y mejor padre.
Leandro Gámez hablaba con admiración devota de su padre. Es el mayor de los tres hermanos Gámez Varo y pudo presenciar de primera mano determinados momentos importantes de la vida del Maestro Gámez: como sus nada fáciles comienzos en Córdoba en la Banda Municipal, el proceso de creación de la hermosa partitura de "Impresiones Cordobesas", su marcha a Madrid y su estancia allí con la figura de Martín Domingo, o su vuelta a Córdoba un día lluvioso de diciembre de 1945, como él siempre recordaba.
D. Leandro no fue músico, aunque vivió este arte espiritual en todo su paroxismo, ya fuera al lado de su hermano, de su hermana, de su padre o de su tío. Cuando tarareaba esas inconfundibles melodías lasernianas sus ojos dibujaban una nostalgia muy grande y su cara reflejaba emoción por algo que había pasado y que nunca más volvería a presenciar.
En estos últimos años la familia Gámez ha sido primordial para la revalorización de la figura de su padre y de muchas de sus obras desconocidas. En particular, Leandro, desde Córdoba, se ha mostrado en todo momento abierto y solícito a cualquier petición de músicos o de quien esto escribe. Una tarde, ya lejana de enero de 2005, me llamó entusiasmado porque tenía en su poder la partitura de una marcha que apenas él recordaba al haber transcurrido mucho tiempo, quizás demasiado, sin interpretarse. Se trataba de "Virgen de la Soledad", dedicada a la Soledad de Castilleja de la Cuesta. Presto, al día siguiente allí estaba tomándome un café con él para recoger aquellos papeles tan anhelados y darle el curso necesario para su recuperación pública.
Así sucedió en más de una ocasión. Esas brisas del barrio de la Fuensanta traían historias de recuerdos imborrables sobre músicos que acompañaron a su padre en su vida artística. No faltaba nunca el nombre de su mejor amigo, d. Pedro Morales, que para Leandro era su segundo padre.
Ante la inevitable pregunta de qué marcha de su padre le gustaba más, Leandro esgrimía unos circunloquios propios de un hijo que no puede quedarse con ninguna de sus eximias marchas. Su obra sobrepasaba los límites del sentimiento y de la memoria. Quizás "Saeta Cordobesa" guardaba un lugar especial, también "Salve Regina Martyrum" por la grandeza de su armonía, de quien Leandro escuchó hablar maravillas a Enrique Báez, cuando el violinista cordobés afirmó que se trataba de un compendio de armonía.
Después, en estos últimos años, se han precipitado una serie de eventos e hitos importantísimos en la vida y obra de Gámez Laserna. Leandro ha disfrutado viendo cómo, a pesar de que siempre sostuvo que su padre ha sido recordado y admirado por todos, el nombre de Pedro Gámez Laserna ha ido copando cada vez más los atriles de los conciertos y los repertorios de los discos.
Echamos la vista atrás sólo en un horizonte cercano y nos encontramos con aquel homenaje laserniano durante la procesión extraordinaria del Císter, el reestreno para orquesta y coro de "Salve Regina Martyrum" en la Catedral de Sevilla, la interprepetación de ésta y de "Saeta Cordobesa" por primera vez en la historia detrás del palio de la Reina de los Mártires (recuerdo la tarde en la que con emoción me enseñó un recorte de periódico con un artículo que publicó Fernando Morillo destacando este hecho trascendental) las primeras grabaciones de todas las marchas inéditas (salvo una, que está por llegar), recuperaciones y primeras grabaciones de obras sinfónicas, la celebración del centenario de su nacimiento, la rotulación de unos jardines con su nombre en Córdoba y el posterior homenaje con el hermanamiento entre las bandas de la Esperanza de Córdoba y Cigarreras de Sevilla como testigo y un sinfín de situaciones que a buen seguro habrán hecho las delicias de su corazón de hijo.
Todo esto lo ha vivido, como así merecía. Detrás podría citar algunas bandas y muchos músicos de éstas, periodistas y personas ligadas a hermandades que se han acercado a él para beber de su experiencia como hijo de todo un maestro y de su profundo sentido de la afabilidad y la hospitalidad. Prefiero no hacerlo para no dejarme a nadie atrás, pero ellos saben, si leen esto, de lo que estoy hablando y del pesar que nos invade por haberle perdido.
Hoy se nos ha ido y me gustaría recordarle para siempre con el tema final de "Salve Regina Martyrum", cuando la música adopta ese cariz espiritual tras su modulación, andando detrás del paso de la Reina de los Ángeles en un atardecer de septiembre, abandonando la plaza de Capuchinos y adentrándose en una noche mágica, plena de sensaciones inefables y de gozo por el orgullo de haber sido el hijo de uno de los mejores de la historia.
Descanse en paz, d. Leandro.
* En homenaje a D. Leandro Gámez Varo, fallecido en Córdoba el 10 de febrero de 2009