Mensajepor clavesol » 14 Dic 2004, 23:07
¿Lo clásico entendido en coordenadas temporales y estructurales?
Tema complejísimo el que abre nuestro amigo Farfano. De nuestros labios habrán salido más de una vez la palabra marchas clásicas, qué clásico, incluso yo presento un programa de radio, por así decirlo, que se llama “marchas clásicas de procesión”. Y muchas veces me hago esa pregunta: ¿qué entendemos exactamente por marchas clásicas de procesión?
Y catalogar una marcha como clásica en base a...¿tiempo o antigüedad? ¿estructura o arquetipo?, ¿carácter expresivo, véase la dualidad alegre-triste o fúnebre?
Sin duda nada más empezar a reflexionar eludo la última opción, no cabe en mi cabeza que una marcha se catalogue como clásica si es fúnebre o triste, algo que, dicho sea de paso, se ha ido forjando como tópico, ya que desde el punto de vista expresivo, las primeras marchas procesionales, concebidas para ese fin, no tenían ese carácter estrictamente fúnebre. Si no, valga el ejemplo de la recientemente recuperada “Un Recuerdo”, o las ya grabadas “El Señor de Pasión” o “La Pobre Carmen”. Eran apostilladas con el vocablo “fúnebre” porque estaban envueltas en las influencias románticas, época muy dada a utilizar este vocablo, “fúnebre”. Quizás en algunos libros o artículos se habló de la otra forma, algo que no achaco a nada y que aplaudo pues los sucesivos impulsos de críticos y musicólogos a escribir sobre este tema sirven para poner sobre la mesa datos que con el paso del tiempo se irán actualizando o refrendando; pero hoy en día, sabiendo claramente que “Quinta Angustia” no es la más antigua, no podemos decir que “en los inicios eran las marchas fúnebres”, entendiendo como tal aquella melodía que persigue expresar la tristeza y el patetismo. Sí, en cambio, en mi opinión estaría acertado si nos referimos a marcha fúnebre desde el punto de vista formal, en cuanto a la nomenclatura (como he dicho anteriormente), ya que por esos años, inmemoriales y soñados por muchos, rezaban en muchas partituras el calificativo de “marcha fúnebre” en diferentes piezas que, en su naturaleza externa (expresividad), no lo eran. Un ejemplo bueno son las marchas de Farfán, ya fuese “La Estrella Sublime” o “El Dulce Nombre” (ya hemos dado un buen salto) que él las definía como “marcha fúnebre”, por el hecho de que estaban escritas para la Pasión de Cristo y todavía quedaba cerca esos orígenes enraizados en la nomenclatura de marchas fúnebres del romanticismo, unido esto a los aires que llegaban de ciertos compositores decimonónicos como Chopin y Wagner, que en realidad componían melodías tristes, en sus óperas y sonatas, posteriormente trasladadas a plantillas de bandas de música. Era algo inherente a aquellos años, “marcha fúnebre”, no importaba si era con cornetas, triste, alegre o triunfal. Es por ello que a veces me entra grima cuando alguien habla de “La Estrella Sublime” como marcha no clásica, simplemente por el hecho de que no es triste.
Vuelvo a incidir en esto. Los inicios de las marchas procesionales, finales del XIX, vienen caracterizados por marchas de gran carácter romántico, y donde para nada se plasma un ambiente sonoro de tristeza, pero eso sí, un recogimiento y seriedad. Sin duda estas composiciones sí son clásicas, en tanto en cuanto vienen de los albores del origen de la marcha procesional, y atendiendo a la definición del Diccionario de la RAE, expuesto por Farfano, tiene coherencia ver en estas marchas el adjetivo de “clásicas”, fueron espejos y luz para el devenir futuro.ç
Llega el año 1895 y nace “Quinta Angustia” de José Font Marimont. Sin duda esta marcha tiene un gran peso a la hora de escribir sobre la historia del género, haciéndose ineludible. ¿Qué supuso “Quinta Angustia”? Ya sabemos que no es la más antigua, pero... cierto es, al menos a mí me lo parece, cuidado, no estoy categorizando sino opinando en base a lo que vengo observando, que “Quinta Angustia” se diferencia de sus coetáneas como “El Señor de Pasión” o “La Pobre Carmen”, y, pasados los años, se ha comprobado perfectamente que el modelo que pregona la pieza de Font Marimont sigue perpetuo y vigente, impregnando muchas marchas. Hablando de modelo, aquí entra el señalar a una marcha clásica por su arquetipo. Sí, podría ser, “Quinta Angustia” crea un arquetipo, pues éste se ha reproducido en multitud de ocasiones hasta hoy en día, por lo tanto aquellas marchas que se encorsetan en esta estructura de marcha, que bien pueden ser de los noventa del siglo XX, no pueden denominarse como clásicas. Reflejan un modelo ya iniciado, pero aquí el factor tiempo, o antigüedad, ejerce como factor limitante y me lleva directamente a no catalogarla como clásica. Hete aquí que hablo explícitamente de estos dos criterios para intentar acercarnos, en la medida de lo posible, al término clásico en las marchas, a la deseada pregunta, ¿cuáles son las marchas clásicas? Que mucho me temo no será resuelto ya que, adelantándome a mis propias conclusiones, no existen límites preciosos, como ya han dicho Tertulio y Farfano.
¿Qué modelo?
Ignacio Otero parangona “Quinta Angustia” con el nacimiento de la “nueva marcha procesional”. No le falta razón. Es más, este concepto de marcha ha proliferado más que cualquier otro que intentase sacar la cabeza en aquella época. Bien por ser quien era, de la saga Font, músico mayor de Soria 9, por estar dónde estaba, en Sevilla, ciudad imprescindible en la historia de las marchas procesionales, o por cualquier otra causa; lo cierto es que “Quinta Angustia” es de una trascendencia histórica descomunal, y supuso la creación de una nueva línea estilística en las marchas procesionales.
Pedro Morales lo expresa magistralmente, faltaría más, en un artículo que leí hace tiempo en una revista de Cádiz, “A paso Horquilla”. El Maestro recalcaba, hablando de la estructura de una marcha procesional, que la marcha que respondía al típico modelo, al más reconocido y escuchado hoy en día, al que más han acudido los compositores y que permanecía vigente con el paso de los años, era “Quinta Angustia”. Este tipo de marcha, de canon de marcha procesional, de modelo, es aquél que consiste, grosso modo, en lo siguiente: introducción (corta), primer tema, tema central (suele modular a tonos relativos), reexposición (total o parcial) del primer tema, tercer tema o trío (cambio de tonalidad) Estamos, pues, ante un tipo de marcha procesional que se repite mucho en nuestra Semana Santa, una y otra vez, podríamos estar hablando de marchas que emulan lo tradicional o característico, se unen a la estructura característica de marcha, al concepto tradicional de marcha, al más reconocido por todos, y que se miran en 1895 con “Quinta Angustia”.
Mirando una de las muchas definiciones sobre “clásico” se puede leer: típico, característico. Si lo extrapolamos exactamente toda marcha que reproduzca el modelo típico y característico de marcha, anteriormente descrito por Pedro Morales, es una marcha clásica. Para mí no lo es desde luego, porque vuelve a tomar protagonismo el tiempo, la datación de la pieza.
Y “La Estrella Sublime”...creo que no constituye un nuevo tipo de marcha procesional (antes existía fuerte de bajos, trío, utilización de cornetas a través de Beigbeder y por crónicas a través de otras marchas) pero sí creo que, aunando diferentes ingredientes, y conducidos por la genialidad de Farfán, se innova en la marcha procesional, y, no rompiendo con antecesores como Font Marimont, se crea una línea estilística continuadora de “Quinta Angustia”. La Estrella Sublime crea otro arquetipo, sin duda alguna, que persigue la extroversión de los sentimientos, el efectismo. Un modelo que nuevamente se repetirá en otras composiciones ulteriores, pero no por ello estas últimas son clásicas por copiar el modelo de Farfán (¿es clásica “Virgen de las Aguas”?)
¿Acotación temporal?
¿Entonces? ¿No podemos definir claramente dónde empieza y dónde acaba la marcha clásica? Creo que no. Incluso si nos propusiéramos acotarlo en el período comprendido entre 1876 y la Guerra Civil, se nos quedaría ya fuera una marcha, “Jesús de las Penas”, que siempre se nombra entre el elenco de marchas clásicas. No obstante he percibido por ciertos documentos que cuando se habla de la etapa de postguerra en el género procesional, se tiende a decir que seguían sonando las marchas clásicas y otras que iban surgiendo de la mano de Braña, Gámez o Pantión. ¿Se produce aquí una discordancia? Podría parecer. Pero... ¿qué ocurre como compositores, y respectivas composiciones, que se mantienen como hilos conductores entre primer tercio del siglo XX y postguerra? Estos son los casos de Beigbeder o Borrego. Entonces... ¿“Al pie de la Cruz” (1900) es clásica, y “Virgen del Valle” (1947) no? O algo parecido, ¿el autor, Beigbeder, es un compositor clásico pero todas sus marchas no lo son? Desde luego decir que el período que pasa por las tres últimas décadas del XIX y el primer tercio del XX es el correspondiente el clásico en relación con la música, es ciertamente una síntesis importante. Se podrían quedar en el tintero marchas como “Jesús de las Penas”, que se incluyen dentro de esos clásicos valorados por el pueblo en general.
Dice Ignacio Otero, en su exégesis sobre la música cofradiera en “Sevilla Penitente”, que “los años de postguerra siguen la pauta anterior con el dominio de un reducido número de obras, las consideradas como clásicas...” Pero antes se apunta lo siguiente, “Virgen del Valle es, además, el embrión de las que, pasados los años, conformarán el reducido grupo de las clásicas junto con Amarguras, Ione, Mektub, Soleá dame la Mano, Jesús de las Penas y Estrella Sublime”. Ni que decir tiene que ese detalle de “reducido grupo” es, igualmente, el grupo de marchas clásicas valoradas. Las que se mencionan cuando uno, en cualquier tertulia cofrade, se dirige a un amigo y al preguntarle por qué tipo de marcha le gusta él responde: “las clásicas, Jesús de las Penas, Virgen del Valle, Amarguras”.
Está clarísimo que otras no conocidas, como Spes Nostra, El Refugio, Esperanza, La Caridad, La Sagrada Lanzada, La Victoria de María, Al pie de la Cruz, Memoria Eterna, siguen siendo clásicas, aunque una mayoría no las reconozcan como tales debido al desconocimiento o a que se ha acuñado ese tópico de referirse solamente a un grupo reducido. Pero éstas están también en una datación que supone los orígenes, quizás no inmediatos, de la música procesional. Luego vendrá la franja temporal en la que será más difícil discernir y hacer la criba de marcha clásica o no clásica. Pero me queda claro que las marchas de Braña no entran en ese género de marchas clásicas, ni las de Gámez, ni Morales, etc.
Luego viene un concepto que una vez incluí en un foro de Almería. Una cosa es una marcha clásica, y otra bien distinta es decir que “esta marcha es todo un clásico”. “Pasa la Virgen Macarena”, de Gámez, o “Esperanza Macarena”, de Morales, son dos clásicos de las bandas de música, de nuestra Semana Santa. ¿En qué repertorio faltan? Y, por qué no, algunas más como “La Madrugá” o “Macarena” de Abel Moreno son también dos clásicos, piezas muy comunes, casi extensivas en todas las bandas. Pero aquí se nos abre otro frente igualmente polémico y difuso.
Concluyendo, que va siendo hora, hay más marchas clásicas que las típicamente mentadas, y por ende, dentro de las marchas clásicas hay diferentes variantes de estilos y concepciones. A partir de ahora, los que conozcamos más marchas debemos mencionar a otras que no sean las típicas. Sabemos dónde empiezan las clásicas, allí donde empieza el género, ¿pero dónde acaba? ¿No será que el límite en sí no existe? Puede que exista una franja gradual para discernirlo, pero no algo tan categórico como “es clásico”, “no es clásico”.
PD: hoy en día las denominadas clásicas son una acepción popular acuñada con el paso de los años, pero que sin duda no representa a todas las que son. Hasta ahí bien, pero... existen ciertas marchas enmarcadas en una época que resultan complicadas incluirlas en el grupo de "clásicas". ¿Tal vez estamos pecando de excesivo esencialismo?
PD2: Empiezo con una pregunta y termino con otra
PD3: sigo confuso