¿Elegir Música Procesional?, Todo un Reto:

Disquisiciones y debates sobre diversos aspectos de temática musical.

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FMO
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¿Elegir Música Procesional?, Todo un Reto:

Mensajepor FMO » 23 Mar 2015, 18:34

¿Elegir Música Procesional?, Todo un Reto:

A raíz del reciente estreno de mi marcha procesional Sagrado Descendimiento de Cádiz, he sabido de la polémica, al parecer larga, y tal vez reavivada por este hecho, sobre la música en la cofradía homónima, a la que quiero agradecer desde estas líneas la confianza depositada en mí y el maravilloso trato dispensado. Aun considerándome ajeno a esta controversia, por mi vinculación no a la gaditana, sino a la vecina Semana Santa sevillana, quisiera hacer una serie de consideraciones al respecto.

En primer lugar creo que deberíamos irnos al principio, es decir, a los orígenes del cristianismo. Así, Agustín de Hipona (354 – 430), uno de los padres de la Iglesia y por ello elevado a los altares, puede considerarse como una de las primeras autoridades en tratar el tema del uso de la música en el culto cristiano. En este sentido, este santo y erudito sostenía la idea de que la música debía formar parte fundamental del culto, ya que con ella la oración salía reforzada, al aumentar su grado de expresividad y abstracción, pero además, permitía mover a la piedad a un mayor número de fieles, atraídos por el goce estético inherente al arte sonoro. Se convertía desde entonces la música en un elemento básico del culto, indisolublemente unido a la oración. Por ese motivo, puedo añadir, sin temor a equivocarme demasiado, que la música en el culto cristiano es mucho más importante que las flores, las tallas doradas, los bordados o la orfebrería, que podrían considerarse superfluos, al contrario que el arte del sonido, que se hace indispensable. Reflejo de esta casi obligatoriedad de la música en el culto, podemos trazar una sucinta historia del género procesional; partiendo del conductus medieval (primero monódico y luego polifónico) que solía interpretarse vocalmente; pasando por los ministriles que interpretaban con instrumentos de viento versiones de la polifonía sacra tardo-medieval (Ars Nova principalmente), renacentista y barroca, precedente de las posteriores capillas musicales; llegando hasta las marchas interpretadas por distintos tipos de bandas a partir del siglo XIX.

Una vez aclarada la necesidad de música en los cultos, aunque sean externos, la siguiente cuestión a plantear sería el tipo de ésta, pues ¿cualquier pieza, género o estilo son adecuados al culto religioso? Indudablemente la respuesta es que no. Pues, ¿imaginaría alguien un paso de nuestra Semana Santa a los sones de una canción pop o rock? Sin embargo, aunque parezca extraño, esta situación es más común de lo que pudiera parecer. Así, podemos o hemos podido oír, desde canciones de Bob Dylan, hasta bulerías, pasando por sevillanas, tangos de Cádiz, ópera, zarzuela y un largo etcétera de músicas no concebidas para el culto religioso. Y, en este sentido quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, pues yo mismo confieso haber introducido unas alegrías de Cádiz (estilizadas, claro está) en la marcha que me ha servido de pretexto para esta reflexión. Por este motivo, creo importante que rescatemos, que resucitemos, que demos nueva vida a un término heredado de la retórica barroca: el decoro. Sería largo de explicar aquí, pero básicamente consiste en usar un estilo o género propio y adecuado a cada contexto. ¿Y cuál es el contexto en el que nos encontramos? Pues se trata de una cofradía que realiza su estación de penitencia la madrugada del Viernes Santo, vestida de negro (el color del luto) y con un paso de misterio que representa a Cristo muerto siendo descendido de la cruz por los santos varones, ante la atenta y dolorosa mirada de su Santa Madre, el discípulo amado y las santas mujeres… Sin duda una escena llena de carga religiosa, patetismo y dramatismo. A esto podríamos añadir la consideración estética de estar ante un conjunto escultórico de máxima calidad.

Frente a semejante contexto, ¿qué música podría ser la más decorosa? La tradición cofrade hispánica nos da diversas opciones:

Por una parte, tenemos las capillas musicales que, actualmente consideramos canónicamente formadas por un oboe, un clarinete y un fagot, aunque existen otras posibilidades como son: dos oboes y fagot (la original de las dieciochescas y celebérrimas “Saetas del Silencio” de Sevilla); flauta, oboe, clarinete y fagot; oboe, dos clarinetes y fagot; y otras muchas… Sin duda, estas formaciones tienen mucho prestigio entre cofradías de la austeridad de la mencionada del Silencio de Sevilla, ciudad en la que se mira la mayor parte del mundo cofrade español y hasta extranjero; precisamente por ese referente tan poderoso de la ciudad de la Giralda.

Una segunda opción podría ser la música vocal, verdadero origen de la música del culto cristiano. Aquí podríamos optar por la candidez angelical de las escolanías (coros infantiles), por la austeridad de una schola gregoriana (monódica y a capella), o por un conjunto polifónico que puede ser de voces mixtas, sólo femeninas o sólo masculinas. Las voces mixtas conceden la posibilidad de interpretar un amplio repertorio de lo mejor de la polifonía sacra de todos los tiempos: Josquin, Palestrina, Victoria, Morales, Guerrero, Lasso, etc… Nótese que tres de los nombrados son españoles y dos de ellos sevillanos. En cuanto a la dicotomía entre voces masculinas y femeninas, podemos señalar que la Iglesia Católica prohibió durante siglos el canto sacro a la mujer (salvo situaciones excepcionales y lógicas). Tal vez por este motivo nuestra cultura considere más adecuado al contexto religioso la tensión y potencia de la voz masculina, frente al lirismo de la femenina.

Estas dos opciones musicales: capilla y coro, pueden además combinarse con excelentes resultados, como se experimentó ya desde el Renacimiento, época en la que era bastante normal doblar y/o sustituir las voces de la polifonía sacra con instrumentos, que en el mundo hispánico solían ser de viento. Pero también hay ejemplos más recientes como los motetes para escolanía y capilla de autores de tanta calidad como Vicente Gómez-Zarzuela o Telmo Vela o los acompañamientos que pueden verse en Sevilla (de nuevo el omnipresente modelo para muchos…) en cofradías como la Sagrada Mortaja o el Cristo de la Vera+Cruz, entre otras.

La tercera posibilidad es, por supuesto, la de una banda. Pero ¿qué tipo de banda? Existen bandas de cornetas y tambores, bandas de metales y bandas de música. Las primeras toman su nombre de los instrumentos básicos que las componen, aunque actualmente la inmensa mayoría de ella ha añadido, con carácter subsidiario, otros instrumentos de metal para cubrir la banda de frecuencias más graves, que la corneta no puede realizar y ganar así en riqueza de recursos, pues la corneta es tan limitada, que en los modelos más usados ni siquiera puede realizar correctamente una parte de los sonidos de su registro (este asunto también es polémico en muchos foros, pero no entraré ahora en valoraciones al respecto). Las segundas, son llamadas por muchos agrupaciones musicales; curioso nombre, de una ambigüedad tal que en realidad no indica nada, pues ¿no pueden llamarse así también a todo tipo de grupos que se reúnan para hacer cualquier tipo de música? Pero centrémonos en este tipo de bandas: éstas están formadas por instrumentos de metal de una forma en general bastante equilibrada, sin dar mayor relevancia a unos que a otros. Por último, las bandas de música cuentan con representación de todas las familias de instrumentos de viento usuales en nuestra cultura occidental. No opinaré sobre la conveniencia o no de un tipo u otro de banda para la cofradía del Descendimiento, por razones obvias. Sin embargo, me gustaría aclarar que en general parece bastante evidente que los dos primeros tipos de bandas tienen una mayor potencia sonora por usar instrumentos de metal, lo que creo que no invita demasiado al recogimiento, la penitencia y la oración, aunque sí llaman la atención mucho más que las bandas de música. En cualquier caso estas apreciaciones pueden cambiar mucho en función del repertorio que se elija, que además es inmenso… Pero eso es otra historia y motivo de otras polémicas que no voy a tratar aquí, por no alargarme en exceso.

Para complicar aún más las cosas, añadiré un tipo de acompañamiento que, aunque relacionado con los anteriores, no es muy común, especialmente en Andalucía. Se trata de los grupos de ministriles, aquellos que mencioné como precedentes de las capillas y que interpretaban la más honda y fervorosa polifonía sacra en versión instrumental. Desde hace pocos años estos grupos han vuelto a aparecer en nuestro panorama musical, vinculados al fenómeno llamado Música Antigua, que pretende rescatar del olvido obras, autores, instrumentos y prácticas interpretativas del pasado, especialmente anteriores a 1750 (la significativa fecha de muerte del genio Johann Sebastian Bach). Estos grupos suelen estar formados por profesionales que no sólo garantizan un alto nivel de interpretación, sino también un estudio profundo y serio de la música que recrean. Estos conjuntos pueden tener muy diversos instrumentos, casi todos hoy olvidados por la mayoría y que tienen una sonoridad rústica muy personal y expresiva. Entre estos instrumentos pueden citarse la corneta (distinta de la típica militar y cofrade, pues se fabrica en madera), el sacabuche (precedente del moderno trombón), la chirimía (antecedente del actual oboe) o el bajón (padre del moderno fagot), sin olvidar otros como los orlos o cromornos, las trompetas naturales (sin mecanismos transpositores) e incluso la menos usada flauta de pico (demasiado dulce de sonido para competir con los otros citados). También pueden añadir algo de percusión.

Finalmente nos queda una última opción de acompañamiento musical: el silencio, sí; pues ¿no es el silencio la más bella y sobrecogedora música? ¿No nos invita el silencio a la oración y la penitencia? Además, como experimentara el estadounidense John Cage en 1952 con su ya clásico y controvertido 4’33’’, el silencio nos permite oír aquellos sonidos que regularmente nos pasan desapercibidos, aquellos que este mundo frenético y ruidoso parecen haber condenado al olvido. Podríamos así oír, llamándonos al recogimiento, cosas como el caminar de penitentes y cargadores, el crujir de maderas del paso –como si de un galeón de las Indias se tratara– y, sobre todo, el genuinamente gaditano paso de horquilla… Aunque invito a todos los lectores a que agudicen sus oídos, abran su mente y añadan a esta lista todo aquello que puedan experimentar contemplando una cofradía en silencio… Se sorprenderán.

Francisco de Asís Manzanero Osuna

(profesor, musicólogo y compositor).

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Mensajepor El Varal de los Dolores » 23 Mar 2015, 21:33

Querido Paco, siempre es un placer leerte y aprender.
"...y la más sublime Estrella, iluminaste los montes, que ocultaban en Iniestas."

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FMO
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Mensajepor FMO » 24 Mar 2015, 09:28

Muchas gracias.

Por cierto, esto es sólo un extracto de una conferencia más extensa donde se profundiza en varios de los aspectos citados y se tratan algunos sólo citados de pasada. Dicha conferencia está disponible para quien le interese organizarla; sólo tiene que consultarme en privado.

Un cordial saludo.

ildekas
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Re: ¿Elegir Música Procesional?, Todo un Reto:

Mensajepor ildekas » 23 Feb 2016, 10:50

Hola tengo una duda y me gustaría saber qué valor emotivo tiene la música cofrade dentro de la semana santa.

Un saludo.

FMO
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Re: ¿Elegir Música Procesional?, Todo un Reto:

Mensajepor FMO » 24 Feb 2016, 08:32

Entiendo que el valor emotivo de una determinada música entra más bien dentro del terreno de los personal y subjetivo; por lo tanto dentro del ámbito de la psicología y no del de la musicología. Así que no creo poder aportar mucho en ese sentido, pues mis conocimientos en ese campo son muy superficiales.

En cualquier caso, creo que el valor emotivo tiene una trascendencia secundaria a la hora de elegir formación musical y/o repertorio en un culto como es una procesión, porque lo más importante de esa música en ese contexto es su función litúrgica, función olvidada y hasta denostada por muchos.


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