Justo eso es lo que sentí en la noche de ayer.
Explico someramente la situación:
Asistí al concierto que dio la Banda Municipal de Sevilla en la iglesia de San Martín de la capital hispalense y fueron varias las cosas que me hicieron sentirme así:
Por una parte, me encontré con que al concierto apenas asistió gente, ya que ni siquiera se llenaron los bancos del templo. Y más triste aún, la gente se iba levantando conforme se desarrollaba el concierto. Además de esto, tuve que soportar la falta de educación de una señora (y la llamo así porque yo sí soy educado, pero que conste que se merece otro calificativo), que se pasó todo el concierto hablando voz en grito de una manera tan descarada y despreocupada que incluso seguía hablando en los silencios, oyéndosele en toda la iglesia que ella estaba tratando como si de un puesto de un mercado cualquiera se tratara.
Pero después de esta anécdota, que "a toro pasado" me resulta hasta graciosa, son otras cosas más importantes las que viví.
La banda dejó a un lado sus más que justas reivindicaciones, pues la ocasión bien lo merecía: contaba como director invitado con el maestro Lucidio Quintero, que había venido expresamente desde Venezuela. Para ello contó con la colaboración (no sé en qué condiciones) de numerosos refuerzos (como si de una simple banda "amateur" se tratara). Durante el concierto, dirigido con una maestría inusual por estas latitudes (salvo honrosas excepciones), se interpretaron obras de compositores venezolanos y marchas procesionales compuestas por el propio maestro Lucidio Quintero, para imágenes sevillanas, una de ella de absoluto estreno. Tanto la interpretación como las composiciones estuvieron a la altura de la máxima profesionalidad y nivel artístico. Este último punto puede parecer subjetivo, sin embargo, me reafirmo en él al haber tenido la inmensa suerte de asistir al concierto con una persona auténticamente profesional que ha trabajado y trabaja con formaciones musicales del máximo nivel mundial y bajo la batuta de algunos de los mejores directores del planeta.
¿Y qué me avergüenza de todo esto? Pues son varias cosas:
1. Que los "ultras" del movimiento musical "Kofrade", no se dignaran a aparecer con sus desmesurados medios de grabación, cuando se trataba de un concierto posiblemente histórico, del que no quedará ninguna constancia, porque prefieren centrarse en la mediocridad que nos inunda.
2. Que la corporación municipal de Sevilla ningunee a una formación musical, que sin duda debería ser el orgullo de la ciudad, y trate de dejarla morir. De nuevo vemos como en la política estamos rodeados de mediocres incultos e ignorantes que no valoran la música de verdadera calidad que es escasa en la ciudad, pero que existe. Triste me parece que a nuestra banda le esté pasando lo mismo que a otra de nuestras insignes formaciones de máxima calidad como es la Orquesta Barroca de Sevilla.
(continuará...)