Grandes Marchas
La Victoria de María (Manuel López Farfán, 1921)
Juan Antonio Barros Jódar
17 de Noviembre de 2004
Dedicada a la Dolorosa de la Hermandad de las Cigarreras, Farfán muestra en esta marcha procesional su categoría de compositor excepcional. La música del maestro de San Bernardo subraya maravillosamente el carácter regio de este palio de ensueño del Jueves Santo sevillano.
Los solemnes acordes iniciales, acompañados en figuras arpegiadas por los metales graves, sirven de elegante introducción a la marcha. El tema A, de una belleza hierática, es interrumpido de forma recurrente por una original serie cromática descendente de siete poderosos acordes, replicados cada uno de ellos por rápidas figuraciones ascendentes de los bajos. Este primer tema es de una belleza deslumbrante. La nostalgia que se desprende de cada una de las notas nos seduce a medida que repetimos su audición. Lo advierto desde ya: esta obra espléndida de Farfán crea adicción. La originalidad armónica de este fragmento es innegable. Farfán opta por una deliberada ambigüedad tonal mediante la utilización de intervalos sorprendentes pero cautivadores.
El tema B manifiesta una honda espiritualidad a la que no es ajena el misterio. Hay en este pasaje un enigmático encanto que personalmente me recuerda algunos recursos empleados años después por Ricardo Dorado en "Cordero de Dios". Las frases melódicas son apenas un esbozo, una visión fugitiva, que sólo encuentra su razón de ser gracias a los soberbios contracantos encomendados a las segundas voces.
Una vez más la curiosa serie de siete acordes introduce la reexposición del tema A. Por último, el tema C, en mayor, es un modélico trío con el que Farfán acaba de conquistarnos (si es que no lo había hecho ya en los primeros compases). La armonía, la perfección, encuentran aquí su lugar en un trío rítmico (gracias a los grupos de tres corcheas en el acompañamiento, un recurso profusamente utilizado por todos los autores posteriores) y al propio tiempo pleno de sereno clasicismo. Las voces más graves, lejos de limitarse a cimentar la armonía, se hacen elocuentes, parte imprescindible de ese admirable conjunto arquitectónico.
"La Victoria de María" es una pieza única, una obra de madurez que nos sorprende por la profunda originalidad de su estructura armónica. Pero eso no es todo. Con Farfán, como ocurre con todos los grandes maestros, hay algo más. Algo tan sutil que no puede ser expresado con palabras. Algo que sólo podemos sentir en lo más hondo cuando disfrutamos (y sufrimos) la experiencia de escuchar esta obra maravillosa. Porque la belleza también nos hace sufrir.