Opinión
Formación y talento
Mateo Olaya Marín
18 de Junio de 2005
Para la composición existen dos ingredientes muy importantes y complementarios: la formación y el talento. El ensamble de estos factores nos conduce a una coyuntura idónea para esta faceta artística. Los hay que tienen un currículum magistral, copado de títulos fastuosos, pero que carecen de talento para una parcela ingeniosa como es la composición. Los hay, a su vez, que rebosan talento, ingenio e ideas brillantes, pero carecen de formación alguna para trasladarla a la realidad musical; serán estos los que finalmente acudirán a alguien con formación para que les haga una parte importante de su trabajo musical. Y los hay con formación, contrastadísima, y gran talento (véase López Farfán, Font de Anta, Gámez Laserna o Pedro Morales) traspasando la barrera etérea de la maestría para componer una "Victoria Dolorosa", un "Soleá dame la Mano", un "El Dulce Nombre" o una "Saeta Cordobesa": marchas que no se hacen solamente con el talento, sino también, y de forma muy interrelacionada, con una formación sólida, basada en horas de estudio y superación de duras pruebas para llegar a ser director militar, director civil de banda de música, célebre concertista y erudito del violín, el clarinete o el piano, para ser un músico con grandes conocimientos de armonía, fuga, contrapunto, técnica, análisis, historia musical, instrumentación, composición, dirección, transporte, etc.
Aún siendo un gran músico, con prestigio internacional, puede ser que su mano no llegue hasta el último escalón de la etapa de concepción de una marcha procesional. Es decir, este músico traza la melodía y el esqueleto de la obra, para que posteriormente interceda la persona de un instrumentador, de un músico que conoce a la perfección las necesidades y características de los diferentes instrumentos de una banda de música. Aquí entrarían los nombres de Antonio Pantión, Manuel y José Font de Anta, Luís Lerate o José Martínez Peralto, entre otros, cuyas marchas fueron instrumentadas por nombres como Juan Vicente Mas Quiles, Font Fernández o Pedro Braña.
Me viene también el caso de Francisco Melguizo, músico no profesional, que cursó estudios en el Conservatorio de Música de Córdoba y cuyas piezas tuvieron el trabajo añadido de algún instrumentador, como Enrique Báez. Sin duda a Melguizo le ayudó su labor como estudioso y crítico de la música, conocía un amplio abanico de autores y composiciones. Pero sus marchas, analizándolas objetivamente, no llegan en general a la rica expresión de otros como Pedro Braña Martínez. Y es que, repito, se nota cuando el que se enfrenta a la loable labor de composición congrega un conocimiento sustancial del tema.
¿Esa formación tiene que venir necesariamente de la obtención de un título académico? Estoy acordándome ahora de Richard Wagner, uno de los grandes de la música de todos los tiempos. Pues este señor fue autodidacta, eso sí, estudió y profundizó al máximo las obras de sus antecesores, especialmente Beethoven, pero eso, fue autodidacta, no tenía ningún diploma acreditativo de su valía artística, porque su mejor baluarte era "Tanhäuser", "Parsifal" o "El Holandés Errante". Cambiando de disciplina, qué decir de Gabriel García Márquez, célebre literato. No acabó la carrera de Derecho, y también se hizo el remolón con la de periodismo. Pero estudió tanto su pasión, la literatura, y se formó tanto de forma autodidacta a través de la lectura, que nadie duda de "Cien años de Soledad" o "El amor en los tiempos del Cólera", y quien dude debería replantearse seriamente sus valoraciones. Pues el mismo caso podría aplicarse a la música procesional. No deberíamos hablar con tanta ligereza obviando los diferentes aspectos y casos que jalonan la historia del arte.
¿Hace falta formación para componer marchas?
Todo dependerá de qué tipo de marcha procesional estemos hablando, y del género para el que compongamos. No es lo mismo escribir una marcha para cornetas o agrupación musical, que para banda de música, porque la preparación necesaria es totalmente diferente (González Ríos, sin tener una formación musical encomiable, concibió una gran marcha de cornetas como fue "Amor de Madre"). Es más, la mayor parte de los compositores de cornetas y tambores no tienen la preparación profesional que los homólogos de bandas de música; y aquellos que componen para cornetas o agrupaciones con una sólida formación musical, p.e. Nicolás Barbero, casi siempre plasman dicha instrucción en el pentagrama. No hay nada más que escuchar, y leer, una marcha suya para ver que tanto en su ideación, como composición y desarrollo, la persona que se ha acercado al papel pautado está curtida de rigurosos conocimientos musicales. Son pentagramas con movimientos musicales muy interesantes ... otra cosa es que al oyente le guste más una marcha compuesta por una persona con menos conocimientos musicales que Nicolás Barbero.
Con la proliferación de programas informáticos de composición se está fomentando esta misma labor y, a la vez, se está abriendo este campo a personas que tienen los mínimos conocimientos de armonía y composición, e incluso adolecen de ellos, pero que con la ayuda del "encore", "finale" o "sibelius", reportan al patrimonio musical andaluz muchas composiciones. Muchos de estos compositores no podrían cultivar el estilo de las bandas de música, y si lo hicieran tendrían que recurrir a la mano del instrumentista y experto en la materia (por ejemplo, Pascual González y el auxilio que le hizo Pedro Morales para escribir marchas como "Reina del Museo"). Estamos hablando en su mayoría de las composiciones para cornetas y tambores y agrupaciones musicales, que son menos exigentes a la formación académica del músico en cuestión. Toda esta proliferación viene paralela a la "trivialización" que se está haciendo de la marcha procesional, porque repito, ¿qué hace falta para componer? ... para componer pero ... ¿de qué forma?
Actualmente existen personas que se desmarcan claramente y demuestran tanto su gran perfil profesional como su talento. Pedro Morales es un buen ejemplo. Lo es también José Manuel Bernal, si no escuchen "Jesús de las Penas, una oración" o "Cristo de los Cruceros". Aunque su música no sea tan extendida, ni tan comercial, ni tan comprendida como lo pueden estar otras, es irrevocable su gran aporte al género que lo harán, en un futuro inmediato, puntos referenciales de la historia musical de nuestra Semana Santa, sobre todo el caso del jiennense que ya lo es, el del director de la Oliva ... tiempo al tiempo.
Por supuesto que hoy en día puede componer una marcha una persona sin necesidad de estudiar en el Conservatorio y sin tener que ser Catedrático o Profesor de Música. Al igual que un aficionado a la literatura puede escribir una novela, pero ¿qué novela será el resultado?. Pues lo mismo para la música, ¿qué marcha? Una marcha buena no la hace cualquiera.
El arte tiene esa ambigüedad, el límite entre lo bueno y malo se diluye en una franja fluctuante que cambia dependiendo de la persona que lo observa. Quizás en ocasiones nos excedemos con calificar a todo producto artístico y situarlo entre la dualidad "bueno" o "malo". Pero es irrefutable que aquel músico bien formado, y con talento, nos legará páginas de oro de la música procesional.
Mateo Olaya Marín
Cabra (Córdoba)
Cabra (Córdoba)