Opinión
La ingratitud del olvido (I)
Mateo Olaya Marín
23 de Enero de 2005
Don Pedro Braña Martínez, nacido en Candás (Asturias) en el año 1902, pertenece a una generación de compositores de marchas procesionales que podríamos incluirlos en el grupo que lleva "la ingratitud del olvido" como título resignado y callado, que aguanta estoicamente la tempestad de la oleada comercial del género, verdadero causante del desprestigio que, algunos, creemos está sobreviniendo. Una palmadita en la espalda no es suficiente, no lo es tampoco cualquier medalla colgada, ni cualquier premio otorgado, ni cualquier placa entregada, ni cualquier calle rotulada, si luego miramos hacia otro lado haciéndonos los remolones e ignorando la mejor forma de homenajear al compositor, que no es otra sino la de tocar e interpretar su música. Eso sí que es un verdadero homenaje, perpetuo y noble.
Este caso nos ayudará a seguir corroborando que la música procesional en nuestras cofradías sigue siendo, en muchos aspectos, la última prioridad del patrimonio. ¿Patrimonio? Sí, patrimonio: dícese del acervo cultural, antropológico y artístico que una cofradía atesora en muchas vertientes, tales como bordado, orfebrería, imaginería, talla, bibliografía y... música. ¿Música? Sí. ¿Acaso no es una expresión artística?. Es tal el desdén que se percibe en muchos casos, a veces suele ser hasta insultante y desbordante el "pasotismo" que se derrama, que a buen seguro existirán ciertas partituras que no tienen ese "privilegio" de llegar a nuestros días usadas y manidas por haber pasado por muchas manos, modificándose incluso ciertos rasgos intrínsecos a la marcha, que ese es otro tema a debatir. Partituras que se muestran incólumes en todos los sentidos.
Don Pedro Braña fue director de la Banda Municipal de Sevilla, ciudad que, como no podía ser menos, encandiló y enamoró a este ilustre hijo de Candás. Sin embargo, a pesar de ser uno de los más prestigiosos compositores, su música apenas se interpreta en la Semana Santa de Sevilla, y no digamos ya en el resto de la andaluza. Valga como ejemplo documentado el acertadísimo "Informe Romera", al que debemos agradecer la clarividencia reflejada en este interesante trabajo. A veces pareciera que solamente compuso "Coronación de la Macarena" (1964), una de las marchas más interpretadas en Andalucía. Nada más lejos de la realidad. Fueron muchísimas las composiciones que dedicó a cofradías hispalenses ("Angustia", "Cristo de las Misericordias", "Virgen de las Tristezas" etc.), aunque esto no llega a ser suficiente para los responsables de los repertorios. Sinceramente, a veces creo que nos están tomando el pelo. Pero el caso de la infravaloración del Maestro Braña no es un hecho aislado. Los Manuel Borrego o Beigbeder, entre otros, también esperan agazapados a que la ilustración cofrade regrese algún día para rescatarlos.
Y no hablemos ya del que hoy en día es el medio más potente para la difusión de la música procesional: las discográficas. Don dinero es don dinero, y con este axioma por bandera tenemos treinta marchas del Maestro Braña, de las cuales tan sólo se han grabado doce. Sin duda una auténtica patada a la coherencia.
El próximo 13 de febrero se cumplen diez años de la muerte de este insigne director y, aunque no deberíamos esperar a una efeméride tan luctuosa como ésta para reivindicar su música, espero que sirva esta circunstancia para tornar los continuos desdenes en tributos musicales, correspondiéndole, así, con el mismo recuerdo que él tuvo hacia los cofrades. Un tributo, un recuerdo, que debe realizarse en la calle: el "hábitat", al fin y al cabo, le pese a quien le pese, de las marchas procesionales.
Mateo Olaya Marín
Cabra (Córdoba)
Cabra (Córdoba)