Opinión
De los silbadores a...
Mateo Olaya Marín
5 de Octubre de 2004
"De los Font a los silbadores". Así se titulaba un reciente artículo del periodista Esteban Romera, en el cual reflexionaba acerca de la situación actual de la música procesional. Este título, "De los Font a los silbadores", nos hace pensar en un proceso decadente que ha significado en la música procesional una disminución del repertorio y, lo que puede ser aún peor, una volatilización de los verdaderos valores musicales y del justo reconocimiento a los profesionales.
"De los Font a los silbadores" constituye una amalgama de hechos históricos, eventos destacables o estrenos musicales que han puesto sobre la mesa un conjunto patrimonial ornado de piezas sacras, algunas de las cuales se hallan, en la actualidad, encorsetadas en el microespacio de un archivo. Un archivo aún por desempolvar, que a buen seguro albergará excelsas partituras tapizadas por el olor a naftalina, "el olor de la desidia cofrade".
Pero quisiera ir a más. "De los Font a los silbadores" basta para analizar lo que ha podido, o pudo, suceder. Ahora toca trascender la línea del presente y adentrarnos en el futuro: "De los silbadores a...". Eso me pregunto. ¿Qué sucederá, cómo se encontrará la música procesional, cuando pase un siglo, el mismo que se contabiliza desde la aparición de Font Marimont hasta la entrada en escena de "los silbadores"? ¿De qué estarán hablando aquellos cofrades sobre los cuales recaerá la responsabilidad de velar por nuestra música cofrade?
Puede que Pedro Morales Muñoz siga considerándose como un grandísimo compositor, cuyas marchas continúen interpretándose en la Semana Santa. No habría que buscar mucho para poder disfrutar de la audición de las marchas procesionales del exdirector musical de Soria 9. Por lo menos se contará con un factor que hasta ahora no siempre ha sido factible: acudir a documentos sonoros para exponerlo al público y suplir las carencias de conocimiento. Y es que el desconocimiento conduce muchas veces a ignorar una marcha, no por el mal gusto, sino porque simple y llanamente no se tiene constancia de su existencia y belleza.
Golpe a golpe, esfuerzo a esfuerzo, poco a poco se van consagrando determinadas iniciativas que ponen en valor diferentes marchas hasta ese momento olvidadas. Buena prueba de ello son los discos que grabarán el próximo año las bandas de música de la Oliva de Salteras y Santa Ana de Dos Hermanas. Esta página, que diariamente nos reúne a todos, es otro ejemplo válido. O también el de pequeños detalles que acaecen en procesiones de gloria y penitenciales, protagonizados por fiscales de paso que están muy documentados en la materia, y con el asesoramiento de otros expertos materializan un repertorio que, además de ser bueno, es un homenaje perenne a los músicos que dejaron horas y horas impregnadas en sus desvelos.
Esta es la realidad en un sesgo del escenario general de la Semana Santa. Quitemos este zoom y alejémoslo, vayámonos a la tónica general y será allí cuando la tristeza nos embargue. Es la cruda realidad, la que nos toca afrontar.
Seguramente más de uno se echaría las manos a la cabeza si el bordado de un paso de palio, a la sazón de un valor incalculable (pongamos que son de las manos de Esperanza Elena Caro), se estropea, se deteriora por la falta de preocupación de la Junta de Gobierno de una cofradía, pero es sustituido por otro, de menos índole estética e histórica. Así podríamos poner muchísimos más ejemplos. Ahora exalto yo: ¿por qué se ve incluso normal que una cofradía tenga en su archivo las partituras de una marcha valiosísima, dedicada a sus titulares, y no se plantee ni por casualidad que se interprete en la calle? ¿Acaso eso no es tampoco un ejemplo de negligencia histórica, cultural y artística? Señores, es la misma barbaridad que en el caso anterior, o en cualquier otro que pueda plantearse.
Una imagen, un bordado, una pieza de orfebrería, cualquier cosa que orne la Semana Santa necesita a veces una restauración. Ergo, ¿restauración musical? En efecto, ésta no es otra sino la de rescatar unas partituras, leerlas y analizarlas, catalogarlas, si es que no lo están ya, dárselas a la banda que acompañe a la cofradía y pedir su interpretación en la calle, el "hábitat", permítaseme el símil natural, de la marcha procesional. Luego, para mayor difusión sería conveniente la grabación de la pieza en cuestión, su plasmación en un documento sonoro. ¿Tan difícil resulta?
Siempre comprenderé que en una procesión se toquen determinadas marchas. Una estación de penitencia puede ser larga y en ella existe tiempo para todo. Pero nunca comprenderé que ciertas marchas no se toquen en la calle. Si se tocan unas, ¿por qué no interpretar las otras también? Quizás en algunos casos nos posicionemos en posturas muy categóricas, pero no nos queda más remedio al presenciar tantas y tantas aberraciones consumadas y por consumar. Queremos un equilibrio para nuestras procesiones. Y que conste explícitamente que esto no se trata de realizar una "cruzada" contra silbadores y marchas mediocres. No. Consiste en aunar esfuerzos y dignificar el acervo musical de nuestra Semana Santa.
En otras ocasiones me asomaré a esta ventana para seguir reflexionando sobre la realidad musical cofrade de hoy en día. Son muchas causas las que nos han conducido a este estado, en algunas puede que acierte, en otras que yerre, pero al fin y al cabo quiero que ambas sean plasmadas para que las conciencias no duerman cómodamente.
Antes de despedirme, quisiera rogarle a diferentes Juntas de Gobierno de Andalucía que pensasen en lo siguiente: ¿qué trabajo cuesta asumir cierta responsabilidad para que alguna que otra marcha fuese interpretada en la calle?. Fíjense que por mi parte tan sólo pido que sea una sola vez, para no molestar más ni crear mayores inconvenientes. Es tal el estado de decepción al que he llegado que me conformo con "una sola vez". Las veleidades que vengo observando postulan esta excesiva benevolencia.
Como decía Aristóteles: "La virtud está en el término medio". ¡Ojo!, en el medio, no en el extremo.
MATEO OLAYA MARÍN
Cabra (Córdoba) 2004
Cabra (Córdoba) 2004