«Miserere» de Otaño y «Anima Christi» de Insausti: cuestiones y aclaraciones de dos clásicos de la música de capilla
Javier Martínez Macarro
26 de Noviembre de 2024
El reducido conjunto de obras que integraban la música de
capilla hasta los años 80 del pasado siglo vivieron entonces, a raíz del
surgimiento de nuevas composiciones, el comienzo de un camino que -ya
especialmente con la llegada de la centuria actual- desembocó en el variadísimo
repertorio que disfrutamos hoy. Por ello, las piezas anteriores a esa década
pueden considerarse auténticos clásicos dentro del género del oboe, el
clarinete y el fagot. Dos buenos ejemplos de ese privilegiado grupo son el Miserere de Nemesio Otaño y el Anima Christi de Agapito Insausti.
Pero intentar saber más sobre ese conjunto de clásicos supone enfrentarse a una
realidad inevitable: cuanto mayor sea la distancia en el tiempo que se quiera
tomar, se incrementa también la posibilidad de que las referencias sean escasas
y la investigación se vuelva enredosa. Por este motivo, algunos datos poco
consistentes se han enquistado en una perpetua repetición a consecuencia de no
poder ser rebatidos o confirmados con la información correcta. Así lo han
venido padeciendo estas piezas de Otaño e Insausti, por lo que las siguientes
líneas tienen como objetivo principal el mejor conocimiento de su origen y la
aclaración de ciertas confusiones o dudas en torno a ellas.
Los autores
José María Nemesio Otaño Eguino (Azcoitia, Guipúzcoa; 19 de
diciembre de 1880 - San Sebastián; 29 de abril de 1956), sacerdote jesuita,
compositor, musicólogo y profesor, fue una de las figuras más relevantes -si no
la que más- de la música sacra en España en la primera mitad del siglo XX. Con
15 años ingresó en la Compañía de Jesús en Loyola (Guipúzcoa), aunque su
interés por la música había comenzado ya durante la niñez, en la que se formó
con maestros de su pueblo natal y los alrededores. Entre 1903 y 1907 residió en
Valladolid y en 1910 fue enviado a la Universidad de Comillas (Cantabria),
donde reformó la Schola Cantorum, imitada después por su gran prestigio en
todos los seminarios de España y en las casas de religiosos. Posteriormente
estuvo en Burgos y San Sebastián, y con la disolución de la Compañía de Jesús
en la Segunda República volvió durante un tiempo a Azcoitia. Pasada la Guerra
Civil, y tras haber publicado numerosos artículos sobre música militar, alcanzó
la consideración de gran musicólogo español y representó al país en diferentes
foros internacionales; asimismo, fue nombrado director del Conservatorio de
Madrid y recibió dos grandes reconocimientos a su trayectoria: la elección como
académico numerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1940
y la obtención de la Gran Cruz de Alfonso X en 1941.
Estos datos representan apenas una breve reseña de una
trayectoria larga y prolífica, sobre la que existe un cuantioso conjunto de
biografías, artículos, tesis y trabajos [1].
Nemesio Otaño (en el centro) acompañado por (de izquierda a derecha) Joaquín Turina, Pilar Cubiles y José Cubiles.
(Fundación Juan March)
Su estancia en Valladolid coincidió con la promulgación del motu proprio de Pío X sobre música sacra
[2],
de cuyas directrices e instauración en España se erigió en el principal
impulsor. Con ese propósito organizó en la capital castellana el I Congreso
Nacional de Música Sacra en 1907 y se convirtió en la figura referencial de las
ediciones posteriores, hasta el punto de que su última aparición pública tuvo
lugar en el quinto, celebrado en 1954, donde cedió el testigo al padre
Manzárraga. En este contexto se da la (breve) relación de Otaño con Sevilla, ya
que llegó a la ciudad en el verano de 1908 para asistir a Vicente Ripollés -por
entonces maestro de capilla de la catedral- en el remate de la organización del
segundo congreso [3],
celebrado en la urbe hispalense entre el 12 y el 15 de noviembre del mismo
año.
En el caso de Agapito Insausti Morrás (Murillo el Fruto,
Navarra; 23 de marzo de 1851 - Sevilla; 15 de agosto de 1914) el número de
datos biográficos es sensiblemente menor, si bien la unión de los disponibles
permite trazar un perfil preciso. Presbítero al igual que Otaño, fue infante de
la catedral pamplonesa y alumno en Madrid de Hilarión Eslava. Llegó después a
Jerez de la Frontera, donde ejerció como organista de la catedral [4]
y de la iglesia de San Francisco, en la que ostentó además el cargo de maestro
de capilla. De allí pasó a Málaga, en cuya seo fue también el intérprete
encargado del órgano, y finalmente a Sevilla, ciudad que supuso su último
destino y en la que permaneció 28 años [5].
Llegó a ella en enero de 1886 tras ganar la oposición al beneficio de tenor de
la catedral [6],
cargo que ejerció hasta su muerte y que, curiosamente, nunca cambió por el de
organista a pesar de que tuvo oportunidad.
Más allá de las labores propias como cantor catedralicio, en
la capital andaluza tuvo una actividad muy amplia. De ella cabe destacar su
ejercicio como profesor en la academia de música de la Sociedad Filarmónica
Sevillana y como profesor de canto en la Universidad Pontificia [7].
Asimismo, al hilo del referido motu proprio de Pío X, formó parte de la
Comisión Diocesana de Música Sagrada -organismo cuya creación auspiciaba el
documento vaticano para vigilar la música interpretada en las iglesias-,
nombrada por los arzobispos Marcelo Spínola primero y Enrique Almaraz después [8],
y representó al cabildo hispalense junto con Vicente Ripollés en el mencionado
congreso de Valladolid [9]. Y es igualmente reseñable su labor como maestro de
capilla interino en la catedral, desde el fallecimiento de Evaristo García
Torres (diciembre de 1902) hasta la llegada de Ripollés (junio de 1903), lo que
le permitió llegar a dirigir el celebérrimo Miserere de Eslava.
Agapito Insausti.
(www.enciclopediadenavarra.com)
Gracias a la prensa sabemos que fue una persona muy apreciada en Jerez y recordada aún tras su marcha, como así recogió en varias ocasiones el diario El Guadalete:
«El aventajado cuanto modesto músico y
compositor navarro el presbítero D. Agapito Insausti, organista de San
Francisco, acaba de dar a luz varias composiciones religiosas de las cuales
hemos oído hacer grandes elogios a personas inteligentes.
El Sr. Insausti es muy conocido en Jerez
y esperamos que el público le mostrará una vez más las simpatías a que se hace
acreedor por su vasta inteligencia musical y relevantes cualidades que tanto le
enaltecen» [10].
«El presbítero D. Agapito Insausti,
beneficiado primer organista de la Catedral de Málaga y antes de la Colegiata
de Jerez de la Frontera, ha obtenido por oposición el beneficio a que va aneja
la plaza de tenor de la capilla de la Metropolitana Basílica de Sevilla,
después de unos brillantes ejercicios, en que demostró sus especiales dotes
para el canto religioso.
Siendo muy conocido en Jerez el señor
Insausti, damos esta noticia, seguros de que la leerán con gusto sus muchos amigos»
[11].
Los periódicos sevillanos dieron igual testimonio de su
presencia en celebraciones litúrgicas, cultos de cofradías y actos musicales de
diversa índole. En las ceremonias religiosas se ocupó tanto de la predicación
como de la faceta musical al frente de las capillas musicales que solemnizaban
las mismas.
Por otra parte, fue autor de unas doscientas obras musicales,
algunas publicadas por editores nacionales -como Arilla y Compañía, Zozaya o
Nicolás Toledo- ya incluso durante su estancia en Jerez y, por tanto, aún
joven, lo que da idea de su pujanza como compositor.
Así pues, podemos concluir que a pesar de que el nombre de
Agapito Insausti se halle hoy eclipsado por los de otros coetáneos más
recordados como Evaristo García Torres, Eduardo Torres o Buenaventura Íñiguez [12],
el tenor navarro debió de ser, sin ninguna duda,
una figura musical de primera línea en la Sevilla de su tiempo.
Portada de la edición de «A la siempre Inmaculada Virgen María», de Insausti.
(Biblioteca Nacional de España)
Las obras
La música de un miserere y la de un motete Anima Christi
sientan sus bases sobre textos. El primero utiliza el salmo 50, de innegable
carácter penitencial, y toma su nombre del primer verso del mismo: «Miserere
mei, Deus, secumdum magnam misericordiam tuam» [13], mientras que el segundo recoge la popular
oración eucarística homónima [14], intitulándose también con las primeras palabras: «Anima
Christi, sanctifica me».
Por ende, las dos piezas objeto de este artículo son en
realidad adaptaciones a trío instrumental de obras concebidas para ser
cantadas. No obstante, puede decirse que las versiones han corrido mejor
suerte, ya que de ambos originales es complicado hallar referencias y no parece
existir ninguna grabación discográfica o siquiera en directo [15]. No ha de extrañar, por tanto, la complejidad
que igual conlleva encontrar sus partituras, tarea en la que prácticamente la
única vía de éxito es el Centro de Documentación Musical de Andalucía, que
dispone de unas copias. Se trata en ambos casos de papeles manuscritos y
pertenecen al fondo del tenor Manuel Villalba [16]. Por suerte, en el caso de la composición de Otaño existe
también una copia de su edición [17]
en el Archivo de la Sociedad General de Autores y Editores. Gracias a toda esta
documentación podemos asomarnos a la concepción primigenia de las dos obras,
aun con la debida prudencia en el caso de la de Insausti por no tratarse (que
sepamos) del material original.
Así, si nos guiamos por su versión editada y, en
consecuencia, original, el Miserere
está formado por 10 partes en las que se cantan los versos impares, por lo que
la interpretación de los pares queda destinada al canto gregoriano, siguiendo
la práctica del alternatim [18]. Está escrito en compás de 4/2 y para voces de sopranos,
tenores y bajos; excepcionalmente, los
números 5 (Tibi soli) y 11 (Cor mundum) están destinados a sopranos
I, sopranos II y altos, con la posibilidad de ser ejecutados por tenores I,
tenores II y bajos. Junto a las voces aparece el acompañamiento de órgano o armonio ad libitum, si bien su uso se adscribe únicamente a las
interpretaciones realizadas fuera de la Semana Santa, ya que, como se recuerda
en la partitura, «no está permitido utilizar los órganos durante los tres
días mayores de la semana» («organis in hebdomabae majoris triduo uti
non licet»). Todos los movimientos son breves, con una
extensión comprendida entre los nueve compases del n.º 1 (Miserere) y
los catorce del n.º 13 (Redde) y el n.º 19 (Benigne).
La tonalidad usada, sol menor (salvo en el n.º 9 [Auditui], escrito en do menor),
contribuye a lograr el requerido carácter solemne y recogido, por lo que
resulta una obra no sólo adecuada a lo que expresa el salmo y a los momentos en
que se interpreta, sino ajustada igualmente a los parámetros propugnados por el
motu proprio de Pío X.
La copia manuscrita, por su parte, respeta las tonalidades y
las notas prácticamente en su totalidad, pero presenta varias diferencias
importantes. Así, destina todos los números a tenores I, tenores II y bajos.
También intercambia las dos primeras voces en todos los números salvo en el 5 y
el 11, es decir: la voces primera y segunda del manuscrito se corresponden
respectivamente con la segunda y la primera de la edición. Y, por último, simplifica
la obra original, ya que prescinde de elementos de la misma como indicaciones
de tempo y de carácter o matices expresivos y de intensidad.
En cuanto a la pieza de Insausti, consta de un solo
movimiento de 52 compases de duración, en compás de 3/4. Su estructura musical es ABA, si bien el texto no la sigue, ya
que A' retoma la melodía de A pero la oración continua y queda presentada
completa y de una vez, sin repeticiones ni alteraciones. La interpretación está
destinada a tiple, tenor y bajo [19],
y comparte con el Miserere la tonalidad de sol menor, por lo que a pesar
de ser un motete eucarístico, muestra un carácter meditativo muy propicio a la
postre para su adaptación y uso en la música de capilla.
Las transcripciones para oboe, clarinete y fagot de una y otra obra no
presentan variaciones sustanciales respecto a sus originales. La única
diferencia apreciable la encontramos en Anima Christi, cuya adaptación
comprende exclusivamente el tema A y prescinde tanto del tema B como de la
repetición de aquel.
De Miserere existen en la actualidad un par de grabaciones discográficas,
llevadas a cabo en 1996 por la Capilla Musical de Sevilla y por el trío
conformado por Francisco Javier Gutiérrez Juan (oboe), David Rojas Rodríguez
(clarinete) y Alfonso Sánchez Jaén (fagot). La
primera presenta la particularidad de acercarse al original, alternando
interpretaciones corales del miserere gregoriano con las de música de capilla,
si bien los versos que aparecen cantados son los impares, por lo que no alcanza
la exactitud en ese aspecto.
En cuanto a Anima Christi,
hasta la fecha no ha sido recogida en ningún disco... o al menos no tal cual. Sí se ha grabado en dos
ocasiones [20]
una pieza llamada Capilla, de autoría anónima, que puede considerarse
otro de los clásicos del género y que, de hecho, se interpreta más que Anima
Christi. Pero basta su audición y la de la pieza de Insausti para concluir
que Capilla no es más que una versión simplificada y más breve de Anima
Christi. Esta reducción, de origen desconocido, pudo ser intencionada o
deberse a una transcripción inexacta hecha quizá de memoria, y ante la falta de
datos -o una extraña ocultación voluntaria de los mismos- acabó con un título
genérico y sin autor asignado.
Portada del disco de la Capilla Musical de Sevilla de 1996.
(Discográfica Pasarela)
Los datos erróneos
Como decíamos al comienzo, existen algunos datos incorrectos
sobre ambas adaptaciones que pretendemos dejar corregidos definitivamente.
El caso de Anima Christi presenta una incertidumbre
más que una imprecisión. Según el testimonio de Francisco Senra, fagotista que
entre 1980 y 2018 interpretó música de capilla en las cofradías sevillanas [21],
esta pieza junto con otras dos, pertenecientes
precisamente al Miserere de Otaño, eran para él y sus compañeros músicos
«la 1, la 2 y la 3», sin más. La información sobre el autor y el título
de la capilla de Insausti les llegó de una curiosa manera: «Un año, dos
señores jóvenes hicieron el comentario de que se trataba de esa obra y de esa
autoría, tras terminar de tocarlas en la calle. Les creímos y de ahí partió la
designación circulante». Una designación que, dada la reseñada dificultad
de dar con la obra original, no ha podido quedar certificada hasta fechas
recientes. No obstante, la indicación recibida por Senra y sus compañeros era
cierta, lo que nos lleva a pensar que el motete Anima Christi debió de
interpretarse con la habitualidad suficiente para quedar en la memoria de
algunas personas o que su uso pudo prolongarse
hasta un tiempo cercano al hecho relatado.
Del Miserere se ha indicado
en no pocas ocasiones que está dedicado a la Hermandad de la Mortaja; otras
veces, en cambio, se ha atribuido su pertenencia a la Hermandad de la Quinta
Angustia. Sobre el vínculo con la cofradía del Viernes Santo trataremos unas
líneas más adelante, mientras que el hecho de asociarlo al exquisito misterio
de la parroquia de la Magdalena deriva a buen seguro de su interpretación cada
Jueves Santo, en alternancia con los versículos en gregoriano que desgranan los
cantores. Esta práctica, muy característica de la cofradía, continua hoy día
aun con la reciente incorporación de una banda de música tras su paso.
Trío de capilla en la Hermandad de la Quinta Angustia.
(Rocío Ruiz - Pasión en Sevilla)
Sin embargo, puede afirmarse con
total seguridad que Otaño no compuso su Miserere para ninguna de las dos
hermandades. De hecho, en su edición no aparece consigna alguna al respecto,
como sí figuran en las de sus otros dos misereres: el de 1914, a cinco voces («Homenaje filial de amor a mis padres José
Luis Otaño y Mercedes Eguino»), y el de 1933, a cuatro voces («Al P. Ramón Bidagor, profesor en la
Universidad Gregoriana de Roma»). Según el musicólogo José Luis López Caro
y su completa biografía sobre el compositor vasco, el que nos ocupa se publicó
en la primavera de 1908 y fue estrenado en Oña durante la Semana Santa de ese
año [22].
Nació, por tanto, unos meses antes de la visita del sacerdote a Sevilla. Sobre
su estancia en la ciudad, López Caro señala las tres obras que creó en esos
días: Estrella hermosa, el Adagio para órgano y el canto Buen
Jesús, por quien suspiro [23].
Y en ninguno de los casos alude a una posible relación entre Sevilla y el Miserere.
Más aún, basta con bucear en la tesis doctoral de Miguel López Fernández sobre
la aplicación del motu proprio de Pío X en Sevilla [24]
para comprender que la visita de Otaño tuvo el único y concienzudo objetivo
de sacar adelante la organización del congreso junto con Vicente Ripollés. Con
todos sus esfuerzos centrados en esta cuestión, en una época del año poco
propicia para el contacto con las hermandades (de agosto a comienzos del otoño)
y, en definitiva, con una sensibilidad quizás ajena a las cofradías y especialmente
a su música, resulta difícil creer que el jesuita destinara su Miserere
-aun tras su estreno- a alguna corporación hispalense. Es más lógico concluir,
pues, que fue su publicación la que propició la llegada de la obra a Sevilla.
Al hilo de lo señalado y por analogía, conviene añadir que de
Anima Christi se desconoce el año en que fue compuesto y que muy
posiblemente carezca también de dedicatoria, ya que Agapito Insausti no legó
-que se sepa- ninguna composición a las hermandades sevillanas.
El origen de las adaptaciones y el caso de La Mortaja
Tratada ya la procedencia de ambas obras, presenta mayor dificultad averiguar cuándo y de qué mano surgieron sus adaptaciones a música de capilla, ya que son piezas «inmemoriales» (dentro del breve contexto del siglo XX) que llevan muchos años tocándose y transmitiéndose entre músicos. No existen datos, por tanto, sobre su génesis, o al menos quien suscribe no
los ha logrado obtener, pero sí es posible basarse en hechos para trazar
hipótesis que, aunque indemostrables por el momento, resultan verosímiles.
Como punto de partida, cabe reseñar la ya apuntada relación
estrecha de la Hermandad de la Mortaja con las obras que nos ocupan -más
concretamente en el caso del Miserere con sus números 1 y 3-, que
acumulan largo tiempo siendo fijas en el repertorio de cada Viernes Santo y consideradas prácticamente como patrimonio propio. De vuelta al
testimonio de Francisco Senra, su estreno como fagotista en la música de
capilla tuvo lugar de la mano de Enrique García [25]
y recibió por entonces las distintas
partichelas, que incluían estas tres piezas «sin nombres ni apellidos».
Afirma que años después de su primera actuación en la cofradía del exconvento
de la Paz, y ya entonces con la Capilla Instrumental Hispalense, «con
ocasión de un Vía Crucis interno por suspensión de la salida, un hermano de la
Mortaja de mi edad me dijo que esas tres piezas (para nosotros la 1, la 2 y la
3) las había escuchado en la hermandad desde que tenía memoria; también alguien
me comentó que eran piezas que se tocaban en los cortejos fúnebres de la
Hermandad de la Caridad» [26].
Partichela para clarinete con los dos primeros números del «Miserere» de Otaño y el «Anima Christi» de Insausti.
(Archivo de Cayetano Sánchez Aragón - Catálogo de la exposición «In Paradisum»)
Muy posiblemente, el primer uso que se le diera al Miserere de Otaño en Sevilla fuese aquel para el que fue compuesto: la interpretación por cantores en el ámbito cultual. Tal y como recoge la hemeroteca, el canto del salmo 50 no se limitaba a la liturgia de la Semana Santa, sino que también era interpretado en otros actos propios de las hermandades:
«Esta tarde a las siete
ha sido trasladado desde el altar de su capilla al paso en que saldrá en
procesión el Jueves Santo la imagen del Redentor de la hermandad del
Descendimiento y Quinta Angustia de María Santísima. Al acto concurrieron los
hermanos de la corporación y muchos fieles con velas encendidas.
Un coro de voces,
acompañado de fagot, entonó el Miserere.
La ceremonia resultó
muy solemne» [27].
«Hermandad del Sagrado
Decreto
El próximo domingo, día
27, desde las nueve hasta las doce y media de la mañana, estará expuesto a la
veneración de los fieles el Santísimo Cristo de las Cinco Llagas, y a
continuación se trasladará a hombros de sus hermanos desde su capilla al paso.
Durante la procesión la música de capilla ejecutará la Marcha fúnebre de Chopin
y partes del Miserere de Eslava» [28].
Aunque no hay datos que lo
corroboren, no sería ilógico pensar que la obra de Otaño tuviera predicamento
entre los cantores encargados de acompañar la liturgia y otros actos, ya que
con economía de medios (sólo tres voces, el órgano como único instrumento, sencilla
interpretación y corta duración) consigue una solemnidad notoria. De estar así
asentada, la obra podría haber sido arreglada para instrumentos de viento ya
por sus propias características, pero posiblemente el salto no fuera directo y
tuviera un paso intermedio.
En efecto, no sería raro suponer
que la adaptación del Miserere
provenga más posiblemente de su uso en las capillas musicales, que debemos
entender a estos efectos no como tríos de oboe, clarinete y fagot, sino como
conjuntos de cantores e instrumentistas. De hecho, serían muchos los músicos
que a buen seguro pondrían sus voces tanto en estas agrupaciones como en las
que actuaban en los templos, cuando no directamente serían las mismas formaciones las que prestaran sus servicios de forma indistinta en las iglesias y en la
calle.
La hemeroteca ofrece numerosas
menciones de las capillas musicales -especialmente durante las tres primeras
décadas del siglo XX-, que lejos de circunscribir su nutrida actividad
«callejera» a la Semana Santa, aparecían también en procesiones eucarísticas y
de impedidos, rosarios de la aurora, procesiones de gloria, traslados e incluso
otros actos, como la bendición del famoso azulejo del Cristo del Amor de la
calle Villegas de Sevilla.
«Anoche, próximamente a las ocho
[...], se celebró con toda solemnidad el acto de la bendición del nuevo retablo
que con la venerada imagen del Santísimo Cristo del Amor ha sido colocado en
uno de los muros del templo parroquial del Salvador por la parte de calle
Villegas. [...]
Una capilla musical con un coro de
cantores interpretó el "Christus Factus" y terminó el acto con numerosos vivas
al Cristo del Amor» [29].
En estas menciones periodísticas encontramos de nuevo la interpretación del salmo 50:
«Anoche fue trasladado procesionalmente
desde la capilla del Patrocinio a la parroquia de Santa Ana la venerada imagen
del Cristo de la Expiración, para celebrar en este templo el solemne quinario.
[...]
El orden de la procesión era el
siguiente:
Cruz y ciriales de la iglesia de La O,
devotos con velas encendidas, hermanos, acólitos con dalmáticas y hermanos
conduciendo las parihuelas, forradas de terciopelo rojo, donde iba la sagrada
imagen. [...]
La capilla de música cantó varios
versículos del "Miserere"» [30].
«La Junta Reorganizadora de la Hermandad
del Santo Entierro ha ultimado los detalles de la bendición de la capilla en
que radica, San Gregorio el Magno, en la calle Alfonso XII, y del traslado
procesional de la sagrada efigie del Cristo yacente, que se encuentra
depositada en la parroquia de San Andrés desde el año 1937. Ambos actos tendrán lugar mañana,
Viernes de Dolores. [...]
El traslado de la sagrada efigie será a
las diez en punto de la noche. [...] El Santo Cristo irá en las parihuelas de la
Hermandad de la Caridad, que será llevada a hombros por concejales,
maestrantes, militares de alta graduación y hermanos del Santo Entierro. A los
lados de la parihuela, cuatro sacerdotes de la Hermandad de San Pedro Advíncula
llevarán faroles.
Detrás irá el Clero parroquial de San
Andrés y las primeras autoridades, cerrando el cortejo un piquete de Infantería.
Una capilla de música cantará el "Miserere" durante el recorrido» [31].
No obstante, pocas pistas
aporta la hemerografía sobre la composición exacta de estos conjuntos, ya que
nombra a «cantores» o «voces» por un lado y a «música», «músicos», «capilla
musical» (en alusión única a los instrumentistas), «capilla de música» (ídem) [32]
o «instrumentos» por otro, sin más precisión ni concreción, con la sola adición
ocasional del calificativo «nutrido» para un grupo u otro. La única
especificación la hemos encontrado al hilo de la descripción del cortejo de la
cofradía del Santo Entierro en 1930, en el que precediendo al paso del Cristo
Yacente aparece una «capilla de música, formada por tenores, bajos,
sochantres, niños y profesores músicos, que ejecutarán composiciones de
renombrados maestros de los siglos XVI, XVII y XX, entre otras "Pobordones"
[sic], de los maestros Capolli y E. Torres, "Popule Meus", de Palestrina, y
"Vere Langores" [Languores], de Capitán» [33].
Es muy posible que los
instrumentos acompañantes de los cantores en estas formaciones fueran en
ocasiones los mismos que los de un trío de capilla «canónico» o, al menos, una
formación análoga [34]
o muy próxima, y que su función consistiera en doblar a las voces en su
interpretación [35],
como es igualmente factible que el Miserere del compositor vasco formara
parte del repertorio de estos conjuntos vocales e instrumentales. Así pudo, por
tanto, nacer el arreglo a oboe, clarinete y fagot, bien por adaptación expresa
a causa de ser una obra conocida y usada, bien por existencia de una versión en
la que los tres instrumentos acompañaran a las voces y en algún momento se
prescindiera de estas.
Cantores y música de capilla en la Hermandad de Santa Marta (1962).
(Fuente desconocida)
La presencia en la actividad procesional de las capillas musicales y (quizá) del Miserere de Otaño podría ser también el origen del nexo «atemporal» que tienen los dos primeros números de la obra con la Hermandad de la Mortaja. Recoge José Manuel Castroviejo en su libro De Bandas y Repertorios que para el único paso de esta cofradía se instaura definitivamente en 1947 el acompañamiento de música de capilla o de capilla y coral, según los años, y así ha seguido sin interrupción hasta nuestros días. Pero hasta 1946 fue habitual la presencia de una banda de música, que algunas veces compartía protagonismo con una capilla musical. Este doble acompañamiento estaba, al parecer, recogido en reglas, si bien Castroviejo sólo ha podido atestiguar su uso efectivo de manera ocasional, en la década de los 20 sobre todo [36].
«La hermandad de la Piedad, de Santa María [Marina], además de la capilla musical que dirige el maestro Olloqui, ha contratado la banda de Intendencia y la de música de Tomares, para que acompañen a sus sagradas imágenes el Viernes Santo» [37].
Al hilo de esta presencia de una capilla musical, encontramos una interesante referencia en la hemeroteca, concretamente en la crónica de las últimas cofradías de la Semana Santa de 1931:
«La de la Piedad, de Santa Marina
Abrían marcha en esta Cofradía los
batidores y clarines de Intendencia.
Este año ha estrenado la Hermandad
unos vistosos mantolines de oro y seda, para las imágenes del "paso" de la
Mortaja.
Acompañan a este "paso" la música de
capilla y cantores entonando el "Miserere", y la banda obrera. [...]
La entrada fue apoteósica, pues se
cantaron saetas y se dieron vivas a la Hermandad de la Piedad» [38].
Aunque podría tratarse de cualquier otro miserere -el gregoriano, sin ir más lejos-, no es nada descartable que ya por entonces el de Otaño sonara en esta cofradía, vista esta crónica.
(Cuenta de X [Twitter] de la Hermandad de la Sagrada Mortaja)
Respecto a la versión del motete de Insausti, su origen podría ser semejante, aunque en este caso nos inclinamos a pensar que el uso de la obra original debió de ser más litúrgico y cultual que procesional. Así lo colegimos por su extensión, bastante mayor que la de cualquier número de la obra de Otaño, lo que no la hace inasumible para la calle, pero sí menos práctica en principio. Además, en una de las copias que integran las ya mencionadas partituras del Centro de Documentación Musical de Andalucía, aparece el sello de José Moreno Melendo, que fue tenor de la catedral de Sevilla y debió de coincidir con Insausti, como poco, en su última época. Moreno, al igual que el compositor navarro, intervino en los cultos de varias hermandades al frente de su capilla musical, por lo que el Anima Christi recorrió estas celebraciones litúrgicas a través de, al menos, tres manos: la de su autor, la de José Moreno y la de Manuel Villalba. Del segundo apenas hemos logrado encontrar datos biográficos, pero la hemeroteca nos da idea de que mantuvo esta actividad musical al menos hasta los años 40, lo que engarzaría con el comienzo de la extensa trayectoria de Villalba. Queda así patente el largo lapso de potenciales interpretaciones que tuvo el motete. Su habitualidad en distintas hermandades o, a buen seguro, más concretamente en La Mortaja, debió de generarle cierta popularidad y propiciar su adaptación, de manera que la obra estuviera también presente en el culto externo con una versión instrumental y más breve.
Sellos de José Mereno Melendo en las partichelas de «Anima Christi».
(Centro de Documentación Musical de Andalucía)
Dos clásicos
En conclusión, Anima
Christi y Miserere partieron de un carácter vocal y pasaron unos
años después a la música de capilla, en un contexto en el que posiblemente no existían apenas (o no se conocían) obras escritas para este género. La
supervivencia en su segundo cometido ha sido paradójicamente mayor que la de su
faceta primitiva, hasta el punto de formar parte de la tradición más esencial
de los sones cofradieros del oboe, el clarinete y el fagot. Por ello y por ser
testimonio y herencia de un tiempo de esplendor de la música vocal en los templos
y en la calle, ambas merecen una especial consideración que conlleve que, como
hasta hoy, sus melodías no dejen de sonar nunca en la Semana Santa de Sevilla.
P.S.: Mi mayor agradecimiento al Centro de Documentación Musical de Andalucía y a Manuel Guillermo Villalba por la cesión de las partituras de ambas obras, a la Sociedad General de Autores y Editores por las facilidades dadas para la consulta de las partituras de Otaño y a Francisco José Senra Lazo por su testimonio. Agradezco también a David Delgado Expósito, Mario Alberto Rico Aguilar y José Jesús Ciero Polvillo la resolución de algunas dudas de índole musical que me surgieron durante la elaboración del artículo.
[1] Los apuntes biográficos recogidos en este artículo están tomados de: José María Nemesio Otaño Egino, Real Academia de la Historia [en línea], 2023 [Fecha de última consulta: 25 de abril de 2024]. https://dbe.rah.es/biografias/130039/jose-maria-nemesio-otano-eguino
[2] Tra le sollecitudini, publicado el 22 de noviembre de 1903, buscaba la restauración de los valores propios de la música para el culto con el objetivo de que ésta expresara de nuevo la sacralidad y evitara la, por entonces, acusada influencia de la música profana, especialmente la operística.
[3] López
Fernández, M. (2014): La aplicación del Motu Proprio sobre Música Sagrada de
Pío X en la Archidiócesis de Sevilla (1903-1910). Gestión institucional y
conflictos identitarios (p. 424).
Universidad de Granada. http://hdl.handle.net/10481/34643
[4] Por entonces, iglesia colegial.
[5] Datos biográficos tomados de:
· Sánchez Ekiza, K.: Insausti Morrás, Agapito. Enciclopedia Auñamendi [en línea], 2023. [Fecha de consulta: 15 de mayo de 2024]. https://aunamendi.eusko-ikaskuntza.eus/es/insausti-morras-agapito/ar-151978/
· «D. Agapito Insausti y Morrás, ilustre compositor navarro» (1920). Revista La Avalancha (núm. 596, p. 28). Biblioteca católico-propagandística de Pamplona.
[6] Montero Muñoz, M. L. (2016): La Música en la Catedral de Sevilla a través de sus autos capitulares. Volumen V, 1831-1938 (pp. 437-438). Junta de Andalucía, Consejería de Cultura.
[7] En el seminario de Sevilla se erigieron en 1897 las facultades de Filosofía, Teología y Derecho Canónico. Nació así la Universidad Pontificia, que funcionó desde ese año hasta 1931. Véase: Martín Riego, M. (2020): «La formación del clero de Sevilla: Seminario (1831-1931), Pontificia Universidad (1897-1931) y Centro de Estudios Teológicos (1969)». Anuario de Historia de la Iglesia Andaluza, vol. XIII (p. 53 y ss.). Facultad de Teología San Isidoro de Sevilla.
[8] López Fernández, «La aplicación del Motu Proprio», pp. 63 y 125.
[9] Ibídem, p. 174.
[10] El Guadalete, 19-II-1880.
[11] El Guadalete, 1-IV-1886.
[12] Eduardo Torres Pérez ocupó el cargo de maestro de capilla entre 1910 y 1934 y Buenaventura Íñiguez Tellechea el de organista de la catedral entre 1865 y 1902. Ambos fueron, al igual que García Torres, destacados compositores.
[13] «Ten piedad de mí, Dios, según tu infinita misericordia».
[14] Hoy día es más conocida y rezada en español: «Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame...».
[15] Al menos en nuestro caso, tras una búsqueda exhaustiva, no hemos encontrado ninguna grabación (alguna parcial en el caso del Miserere, no de la obra completa) ni apenas referencias.
[16] Manuel Villalba González (Sevilla, 1911 - 2001) fue un destacado tenor con amplia presencia en el ámbito cofradiero. Actuó en innumerables cultos de diversas hermandades de Sevilla y Andalucía, como solista y también al frente de su propia capilla musical. Su fondo documental, de unas 500 partituras manuscritas aproximadamente, está depositado en el Centro de Documentación Musical de Andalucía.
[17] Publicada por Editores Lazcano y Mar, de Bilbao.
[18] La misma consiste en la alternancia entre versos cantados y versos con interpretación únicamente instrumental o, como en el caso que nos ocupa, entre versos cantados a varias voces y versos cantados en gregoriano. Así queda consignado en la partitura con la indicación «consueto gregoriano modo dicitur» («se dice en el modo gregoriano habitual»).
[19] De las tres copias de distinta mano que conserva el Centro de Documentación Musical de Andalucía de esta obra, sólo en una de ellas aparece acompañamiento de órgano, si bien parece una inclusión circunstancial, ya que a pesar de que su encabezamiento es «Anima Christi a tres voces», sólo aparecen escritas dos. No recogen papel de órgano la copia aparentemente más moderna y, sobre todo, la que con claridad es la más antigua, por lo que determinamos que es en realidad una obra a capella.
[20] En 1997 por la Capilla Musical de Sevilla y en 2009 en el disco «El Canon de la Vida», de Nuria Salas (oboe), Diana Moreno (oboe) y Ricardo Balaguer (fagot).
[21] Francisco José Senra Lazo (Sevilla; 17 de marzo de 1948) tiene un importante bagaje en la música de capilla, no sólo como intérprete -principalmente con la Capilla Instrumental Hispalense- sino también como investigador y conferenciante. Es autor, además, de un curioso libro al hilo de esta temática: Decálogo del Músico de Capilla.
[22] López Calo, J. L., s.j. Biografía del Padre Otaño (p. 45). Archivo Histórico del Santuario de Loyola (Compañía de Jesús). https://dokuklik.euskadi.eus/badator/visor/095/0658_0002
[23] Ibídem, p. 51.
[24] Trabajo citado en la nota al pie n.º 3.
[25] Enrique García Muñoz (Sevilla, 1930 - 2014) fue fagotista de la Banda Municipal de Sevilla y director de la Banda de la Cruz Roja de 1963 a 2005. Tuvo una destacada actividad en la música de capilla, como instrumentista y como responsable de grupos de intérpretes.
[26] La Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla está establecida en el hospital del mismo nombre y en el templo adyacente (iglesia de san Jorge). Su figura más emblemática es la del venerable Miguel Mañara, que fue hermano mayor y sentó las bases del carácter y actividad de la institución, que aún hoy se siguen.
[27] El Noticiero Sevillano, 28-III-1904.
[28] ABC, 26-III-1938.
[29] El Correo de Andalucía, 19-XI-1930.
[30] El Liberal, 21-II-1926.
[31] ABC, 14-III-1940.
[32] En la hemeroteca pueden encontrarse los términos «capilla musical» y «capilla de música» referidos indistintamente a los instrumentistas nada más o al conjunto formado por estos y los cantores.
[33] El Noticiero Sevillano, 13-IV-1930. El término «pobordones» es una errata, se refiere en realidad a «fabordones».
[34] La Hermandad de la Mortaja conserva en su archivo unas partituras de Anima Christi y los dos mencionados números de Miserere para un trío formado por dos clarinetes y saxofón tenor (Bernalte Calle, A. M. [2015]: «Catálogo de Obras para Capilla dedicadas a la Hermandad de la Sagrada Mortaja». Revista Muñidor [núm. 85, p. 12]. Hermandad de la Sagrada Mortaja de Sevilla).
[35] En la actual Semana Santa de Sevilla encontramos aún acompañamientos de este tipo en los titulares cristíferos de La Cena (Cristo de la Humildad y Paciencia), La Vera Cruz y Los Negritos.
[36] Castroviejo López, J. M. (2016): De Bandas y Repertorios. La música procesional en Sevilla desde el siglo XIX (p. 90). Editorial Samarcanda.
[37] El Liberal, 2-IV-1930.
[38] El Liberal, 4-IV-1931.