Investigación
La marcha procesional "Señor de San Basilio" y su autor
Mateo Olaya Marín
8 de Mayo de 2007
LA MARCHA
La Agrupación Musical de La Estrella es de las pocas que pueden alardear por tener en su repertorio ciertas marchas procesionales que se salen de lo normal, del común denominador que moldea a la inmensa mayor parte. Son composiciones que no siguen el patrón dictado por la tradición o las modas, y que por esta lejanía de lo estereotipadamente convenido sobresalen con claridad del resto. Es el caso de la marcha "¡Estrella!", que analizábamos en otro número, y por supuesto de "Señor de San Basilio" de Nicolás Barbero Rivas.
Surgió como encargo de la hermandad del Señor de Pasión a la agrupación musical, aunque ésta ya no seguiría tocando detrás del nazareno. La formación, que dirige Manuel Luque, no dudó en confiar la marcha a un compositor que ya entonces había demostrado con creces su categoría: Nicolás Barbero Rivas. "Señor de San Basilio" se escribió en el 2001 y al año siguiente, con motivo de la presentación del disco donde viene reflejada por primera y única vez, "Redentor Nuestro", se estrenó ante el público en un concierto que la banda cordobesa ofreció.
Se trata de una de las partituras más completas que se hayan firmado para agrupación musical. Sorprende por la complejidad de su concepción, donde los tres elementos que definen la forma musical -melodía, armonía y ritmo- son tratados cada uno con especial atención, exprimiendo al máximo las posibilidades, rebasando cualquier tipo de predicción o resolución que cabe esperar a tenor de lo que se ha compuesto y se sigue haciendo en agrupación musical. Si por algún casual, antes de estrenarse alguien albergaba dudas acerca de si en verdad era el compositor un renovador del estilo, tras la audición de este prodigio musical sus cuestionamientos quedarían disipados. Rompe con todo para construir algo totalmente insólito que ha sorprendido a más de un avezado compositor del género mayor, la banda de música de plantilla completa.
Desde su comienzo, la marcha despeja cualquier cariz convencionalista. Sobre la tonalidad madre de fa menor, y con la única intervención de la primera voz de trompeta en nota tenida de la tónica, las demás cuerdas de la banda van apareciendo progresivamente. Con sus incorporaciones, se va creando gradualmente una atmósfera de expectación, que con la introducción de las cornetas (compás 33) desemboca en una explosión jubilosa y extrovertida (compás 36) en fortísimo. Los cromatismos son frecuentes y se desarrolla una trama armónica densa y sólida, con la asignación a todos los instrumentos de papeles especiales y sucesiones continuas de escales con movimientos directos e indirectos, mientras que las cornetas hacen alarde del virtuosismo en una cronología vertiginosa de semifusas, semicorcheas y demás figuraciones rápidas.
La tensión adoptada se somete a una nueva relajación con la desaparición de las cornetas (compás 49) y las trompetas se acogen al motivo expuesto al principio. Sobreviene bruscamente un solo de corneta, al que le acompaña el resto de la banda apreciándose también la otra línea melódica de la corneta, que presenta para mayor mérito un tratamiento independiente de la otra. A la corneta le responden las trompetas primeras, que son replicadas otra vez por aquella en otro solo (compás 65), más elaborado y que conduce a un pasaje sumamente peculiar de la marcha (compás 81).
Se trata de un pequeño canon, donde se recrean dos voces de trompeta y que cuando se les une el trombón, irrumpe la corneta desviando el discurso previsible en la exposición del canon a todo lo contrario: su interrupción. Mediante unas escalas descendentes del único sonido de las trompetas, se llega a una especie de conclusión abrupta de la frase (compás 92) Si no fuera poco toda esa amalgama de contratiempos y variaciones, y tras un enrevesamiento melódico de las trompetas en sus diferentes voces basándose en juegos de semicorcheas alternadas en ascendencia y descendencia, se llega a otra recuperación de la estabilidad cristalizado con un tutti fuerte (compás 101) que regirá la marcha hasta su final en el acorde de fa menor.
De esta marcha, podemos elogiar la construcción armónica tan compleja y premeditada que el compositor plasma, así como el diseño estructural diametralmente opuesto a lo que se había hecho hasta entonces. La trama contrapuntística está siempre presente, migrando los motivos musicales en sus diferentes timbres a todos los instrumentos que, como decíamos antes, alcanzan una gran personalidad en su papel individual. No se quedan ahí como mero acompañamiento, sino que contribuyen a la creación de un universo de melodías que en perfecta sincronización envuelven lo circundante con su pomposa sonoridad.
La Semana Santa cordobesa tuvo la suerte de recibir el legado de esta gran marcha de procesión, de manos del mejor compositor del estilo, sin ningún género de dudas. Un registro de los que no deberían olvidarse, todo un tratado de cómo hacer música procesional para banda de viento metal. El vademécum del vanguardismo aplicado con criterio y razón de ser.
SU AUTOR: NICOLÁS BARBERO RIVAS
Nicolás Barbero Rivas nació en Dos Hermanas (Sevilla) en 1979. Dada su evidente juventud, y a tenor de lo que ha conseguido hacer en el género de la marcha procesional, es a todas luces una agradable realidad para el escenario de la música de nuestras cofradías y toda una promesa por lo que nos deparará el futuro. Su currículum nos habla de un joven músico con una alta cualificación técnica musical y sobradas dotes de ingenio. Es profesor superior de piano y cursó estudios en el Conservatorio Manuel Castillo de Sevilla. Su labor en el magisterio pianístico lo compagina con la de dirección de la coral "Regina Coeli" de Dos Hermanas.
Por todo el elenco de marchas procesionales que ha compuesto en los escasos diez años de recorrido, es de pleno derecho el compositor vanguardista e innovador que está llevando al género de la agrupación musical a cotas insospechables antes de sus trabajos. Junto con Fco. Javier González Ríos, compone una dupla de enorme valor, por cuanto sus páginas musicales gozan de originalidad y apertura de miras en algo que en no muchas ocasiones suele pecar de "más de lo mismo".
Así, Nicolás Barbero lo tuvo claro desde el principio: quería escribir cosas distintas y hacer de cada marcha un reto para superarse a sí mismo, usando las marchas procesionales como medios para elaborar ejercicios de técnica compositiva, escrutando así otras fórmulas que por no haberse utilizado antes no tenían por qué ser inútiles. Desde sus comienzos, sobre todo en "Reo de Muerte", se atisban las maneras que le adornan, que no son pocas y mediocres, sino todo lo contrario. Con apenas diecisiete años consigue idear una marcha realmente sobrecogedora.
Pero ese nivel fue rebasado holgadamente con la composición de "Sangre en tus Clavos" (1998), donde su autor, tal y como nos dice, quiere "ir más allá, dándole a la marcha unidad y simbología". Todo un poema sinfónico de viento metal el que sella Barbero con esta marcha fúnebre, en el que son muchos los detalles melódicos que significan diversos pasajes, momentos y personajes de la crucifixión de Cristo. Con posterioridad, serían otros títulos nada despreciables como "Triunfo de tu Santa Cruz", "Salud por San Juan" o "Lloras en tu Soledad", que hacen de él el compositor que siempre necesitó el estilo de la agrupación musical.
Amén de su catálogo para este género, cosa no baladí, ha creado bellos compases en otras vertientes: "Estrella Reina de los Cielos" (marcha para banda de música), misas para coro y orquesta, obras para coro, música para orquesta, piezas de cuarteto y música de capilla (plegaria al Señor del Gran Poder de Dos Hermanas)
El ánimo inquieto, ingenioso e innovador que le caracteriza, asegura una época dorada en el estreno de marchas procesionales.
Mateo Olaya Marín
Publicado en el número 39, marzo de 2007, del boletín de la Cofradía de la Estrella (Córdoba)
Publicado en el número 39, marzo de 2007, del boletín de la Cofradía de la Estrella (Córdoba)