Opinión
La ingratitud del olvido (III)
Mateo Olaya Marín
1 de Diciembre de 2006
¿Qué impresión tendrán los cofrades y aficionados a la música en general de la marcha procesional cordobesa? Seguramente no podrán tener una opinión muy fundamentada, por tratarse de un campo francamente desconocido en la Semana Santa andaluza. Ya me dirán ustedes: si el hecho de que una marcha cordobesa suene en la Semana Santa de la capital es de por sí una anécdota, ¿cuánto sonará en el resto de ciudades y pueblos de Andalucía?
Si alguien me preguntara qué destacaría de la marcha procesional cordobesa, yo le respondería de una forma breve y contundente: que en ella encontramos a la fantástica categoría artística de un todavía más categórico músico, Enrique Báez. Y ante esa cara de rareza que mi interlocutor pondría, añadiría que no solamente en Córdoba Gámez Laserna escribió la impresionante marcha procesional "Saeta Cordobesa", verdadero resumen y síntesis de su estilo musical, por consiguiente verdadero antecedente de las otras maravillas que haría para Sevilla; sino que también en ella nació Enrique Báez, de ilustre saga musical, que con su virtuoso violín logró conquistar el corazón de los que le escuchaban y que además tuvo la dicha, para mayor gloria de los cordobeses -muchos de los que ahora le ignoran-, de componer diversas marchas procesionales para hermandades de penitencia y de gloria.
Y no me podrá negar la exultante alegría de sus marchas "Virgen del Socorro" o "Por una Madre", con esas vertiginosas escalas que entonan las maderas en un alarde de portentosa agilidad técnica, bajo un compacto complejo armónico de contrastes tímbricos y la más amplia gama de colores musicales. Y no podrá desdecir de la perfecta construcción de sus marchas fúnebres "Virgen de las Angustias" o "Jesús Caído", con la dulzura y el movimiento solemne propios de quien tiene el don de la genialidad y la inspiración. Se sorprenderá al escuchar una música de alta calidad y elevada prestancia, digna del mayor elogio y digna de la mejor marcha dedicada a cualquiera de las grandes hermandades de esa fabulosa Semana Santa que es la de Sevilla.
Y él dirá, ¿por qué otra vez compararse con Sevilla? Y uno debería responderle que no hay otra opción cuando se ha visto y se sigue percibiendo cómo un repertorio sevillano, por otra parte maravilloso y paradigma histórico, ha exiliado alarmantemente a la marcha de naturaleza cordobesa. Que además, por si fuera poco, ha tenido que soportar verdaderas simplezas y comentarios absurdos que la han tachado de fúnebre o lenta, como quiera llamársele, y que por estas circunstancias no se ajusta al compás que un paso debe adquirir en la calle. Y si esto es grave -ahí están las partituras para demostrarlo y la Banda de la Esperanza que con su interpretación lo corrobora- más lo es aún que estudiosos del género hayan abordado el caso de Córdoba omitiendo, quiero pensar que no de forma premeditada, el rico repertorio de marchas decimonónicas que se crearon bajo el auspicio de la antigua banda municipal de la ciudad y que honrosamente escriben los inicios de la marcha andaluza y nacional. Ahí es nada.
El violín de Báez se apagó hace unos años, como así lo hicieron otros. Escuchar su música es hoy día todo un privilegio. Primero porque la misma supone un deleite para los oídos y segundo porque es harto complicado hacerlo en una procesión o en un concierto. Pero como ante esa mayoría ingrata que olvida y nunca recuerda, aparece una minoría para resarcir el daño causado, deléitense por un momento escuchando en nuestra web el último concierto que la Banda de Música "Mª Stma. de la Esperanza" ofreció con motivo de Santa Cecilia el pasado 18 de noviembre en la Iglesia de "Ntra. Sra. de Gracia". Accedan a ello y comprobarán con sus propios oídos las maravillosas melodías que legaron Juan Antonio Gómez Navarro, Reginaldo Barberá, Luis Bedmar o el propio Enrique Báez.
Es un consejo y un ejercicio de higiene mental para eliminar tópicos y prejuicios inútiles.
MATEO OLAYA MARÍN
Cabra (Córdoba) 2006
Cabra (Córdoba) 2006