Investigación

La marcha "Virgen de las Angustias" y Enrique Báez

Mateo Olaya Marín

22 de Septiembre de 2006


La marcha procesional cordobesa parece estar recibiendo una corriente historicista, mediante la cual se recuperan ciertas composiciones que por el decurso de los años han pasado a un muy segundo plano o duermen en los rincones de nuestros archivos. A pesar de todo, el acervo musical de las cofradías cordobesas tiene algunos títulos que no han dejado de usarse y, sin ser marchas tocadas con frecuencia, afortunadamente no han abandonado los repertorios de algunas bandas. Éste es el caso de, por ejemplo, la marcha "Virgen de las Angustias".

No cabe duda que se trata de una de las más emblemáticas de la Semana Santa cordobesa. El recordado músico cordobés Enrique Báez decidió que su primera marcha procesional fuese dedicada a la Virgen de las Angustias. Fechada en 1952, según reza en la partitura original, "Virgen de las Angustias" se encuadra en un período especialmente importante en la historia de la marcha procesional cordobesa. La contienda civil sumió a las cofradías cordobesas en una crisis, resintiéndose obviamente todos los elementos artísticos que exornan a la Semana Mayor. Tras el periplo bélico, las cofradías progresivamente iban tomando el pulso a la realidad, mientras que de forma paralela a esa situación de reforma y reconstrucción el escenario musical cobraba el protagonismo que antaño perdió.

Así, en 1945 Dámaso Torres, director de la Banda Municipal, firmaba la marcha fúnebre "Misericordia, Señor" y cuatro años más tarde, en 1949, Pedro Gámez Laserna, director de la Música del Regimiento de Lepanto nº2, hacía lo propio con "Saeta Cordobesa". Al año siguiente, Francisco Melguizo dedicaba a su Hermandad de la Misericordia la composición "Lágrimas y Desamparo", bajo la intermediación e instrumentación sabia de Enrique Báez. En 1951 nuevamente Melguizo compuso para la Virgen de la Paz "Paloma de Capuchinos", con la instrumentación en esta ocasión de Gámez Laserna. Y en 1952 aparece Báez con "Virgen de las Angustias", a la que le seguiría tres años después "Jesús Caído". Junto con otras marchas que también nacieron en los cincuenta ("Señor de la Caridad, "Vida de un Alma", etc.), podemos concretar que efectivamente este lapso de tiempo, que va desde 1945 y transcurre por toda la década de los cincuenta, es muy prolífico y supone una redefinición de la marcha cordobesa. De esta reconstrucción musical de nuestra Semana Santa y los horizontes estilísticos impuestos por coetáneos, bebe Báez para dar forma en el pentagrama al mayestático grupo escultórico que naciera de las gubias de Juan de Mesa.

Conocido el contexto en el que Báez, por entonces instrumentista de la Banda Municipal, alumbra "Virgen de las Angustias", conviene pasar a diseccionar brevemente el contenido musical de la misma, sus principales características y algunos datos anecdóticos.


Guión original de "Virgen de las Angustias"

Se encuentra escrita en la tonalidad madre de re menor, que aporta un cariz triste. Comienza mediante una introducción de ocho compases, divididos a su vez en dos secciones de cuatro compases prácticamente iguales, pero distintos en la dinámica. Son los metales graves los que inician el discurso en anacrusa e incitando a la composición en una continua exposición y respuesta en fuerte durante cuatro compases, repitiéndose el mismo esquema hasta finalizar la introducción pero en piano.

Sobreviene el tema principal con el lógico predominio melódico de las maderas y en el que ya se pueden advertir rasgos de la música de Báez, por la frescura de su melodía que discurre de manera imprevisible sujeta a la extrema originalidad del compositor. Paralelamente a la línea melódica principal, el metal participa de forma parecida a la introducción por cuanto suele utilizar tresillos de fusas y de corcheas y otras figuraciones de valor muy corto que imprimen rapidez y aire rítmico.

A continuación la marcha entra en un tema central que supone una variación del anterior principal, ya que utiliza algunos elementos de éste que sirven de puente entre una frase anunciadora del carácter desolador del re menor y otra que, tras unos compases en silencio con el sólo percutir de la caja, dota a la música de su máximo sentido desgarrador, fúnebre y conmovedor. Esto último se construye con una combinación ajustada del grupo de viento madera y viento metal. Los bajos emiten unas notas precisas en figuración de blanca y registro grave, a las que les contestan los clarinetes, flautas, requintos y saxos altos con un contundente acorde en fortísimo que nos hace sentir una atmósfera tensa y espeluznante.

Finalmente se desemboca en el trío, donde el autor maneja con suma maestría el tránsito de la expresión dolorosa de la partitura en re menor a la tonalidad de sol mayor, que significa un hálito de esperanza, sosiego y luminosidad, en contraste con el dramatismo armónico de los compases anteriores. Hay que subrayar las llamadas de las trompetas con sordina que se sobreponen a la melodía principal, tanto en la primera exposición en piano como en la reexposición en fuerte, puesto que son casi idénticas a las que Melguizo utilizó en la parte central (justamente anterior al trío) de "Paloma de Capuchinos". Además, estas llamadas de trompetas serían también las que aderezarían el trío final de la marcha "Cristo de la Clemencia", igualmente de Báez y datada en 1990. Un toque de trompeta, de cierta estética militar, al que se recurrió en varias ocasiones y que viene a simbolizar uno de los muchos rasgos que se transmitieron entre las marchas que nacieron en la postguerra.


Comienzo del trío, donde se aprecian las trompetas con sordina

La marcha se estrenó en 1952 en el concierto que con motivo del pregón de la Semana Santa dio la Banda Municipal de Córdoba, dirigiendo dicha interpretación el autor de la pieza. Además, también ese mismo año el Maestro Gámez estrenaría su marcha religiosa "Salve Regina Martyrum", de la que el mismo Báez guardaba admiración por su rica naturaleza armónica. Dos nombres, los de Gámez y Báez, y dos formas de componer con parecidos estilísticos y técnicos: uso de texturas oscuras, gran dominio de la técnica contrapuntística e instrumentaciones muy logradas.

La única grabación existente es la del disco "Antología de marchas procesionales cordobesas" (1992), a cargo de la Música de la D.I.M.T. "Soria 9", dirigida por Abel Moreno y con el sello Pasarela. A dicho disco se le ha achacado en muchas ocasiones cierta lentitud en la interpretación. Pero quizás con la marcha que nos ocupa habría que hacer una salvedad. Normalmente los autores al firmar este tipo de composiciones no suelen indicar el tempo de la obra -la velocidad de interpretación- por considerarse que éstas deben tocarse a ritmo de marcha precisamente, esto es, andante. Báez en el guión de "Virgen de las Angustias" sí especifica el tempo, concretamente lo establece en lento, lo que nos hace concluir que la interpretación de esta marcha se ajusta a la velocidad exigida y deseada por el compositor. Respecto a otros aspectos de la grabación, ésta es bastante satisfactoria, apreciando detalles frecuentes en las grabaciones de esta mítica formación musical, como el especial subrayado del viento metal.


EL AUTOR

Enrique Báez Centella nació en 1924. Percusionista de la Banda Municipal, luego violinista concertino de la Orquesta Ciudad de Córdoba, destacó siempre por su faceta de solista y por la de inspirado creador de páginas musicales dedicadas a Córdoba. Su virtuosismo con el violín le hizo acreedor de un gran prestigio más allá de nuestras fronteras, enalteciendo así el nombre de la Orquesta Ciudad de Córdoba bajo la dirección de Luis Bedmar. Su fuerte personalidad cordobesa influyó mucho para no dejar su ciudad y así dedicarse en cuerpo y alma a ella. Nunca podremos devolver los excelsos beneficios artísticos que Báez legó a Córdoba gracias a su laborioso trabajo musical, componiendo, tocando en formaciones de arraigo como las anteriormente citadas, el Real Centro Filarmónico Eduardo Lucena, la Orquesta Báez (cuyo promotor era la célebre saga de los Báez) o en su función de profesor del reputado Conservatorio Superior de Música de Córdoba.

Falleció en febrero del 2003, habiendo recibido el año anterior un homenaje en el salón de mosaicos del Alcázar de los Reyes Cristianos, con la participación de la Banda de Música de la Asociación Cultural Puente Romano de Villa del Río que interpretó varias de sus marchas. Sin duda, con su defunción Córdoba perdió a uno de los pilares musicales del siglo XX, como así se desprende de las palabras que su amigo y compañero Luis Bedmar dedicó a El Día de Córdoba en la necrológica que este periódico publicó: "Córdoba pierde a uno de sus grandes artistas". Pero, por suerte, nos quedaron sus marchas. Apreciémoslas como se merecen.

Mateo Olaya Marín
Publicado en el boletín de septiembre de la Cofradía de las Angustias de Córdoba
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