Grandes Marchas

Cordero de Dios (Ricardo Dorado Janeiro, 1964)

Juan Antonio Barros Jódar

12 de Octubre de 2004


Debemos esta excepcional marcha de procesión a Ricardo Dorado, compositor coruñés nacido en 1907 y fallecido en 1988. Suyas son también, entre otras, "Mater Mea", "Altare Dei" o "Getsemaní".

La marcha da comienzo con una serie de acordes en una estructura coral de una riqueza armónica fuera de lo común. Solemnidad y misterio, dos connotaciones esenciales a la idea de trascendencia, se combinan de forma magistral en esta introducción que, por sí sola, valdría a Ricardo Dorado el derecho a figurar entre los más grandes creadores del género. Comprobamos que la música llega adonde no llega la palabra ni tan siquiera el pensamiento. Un poderoso "crescendo" culminado por los metales, y el sonido se pierde enseguida dando paso a una hermosísima línea melódica de la madera. Esta estructura soberbia se repite y nos transporta, con elegancia insuperable, al tema A.

Sólo entonces comienza, propiamente dicho, el ritmo de marcha. El tema A es, simplemente, perfecto. Una melodía deliciosa, emotiva y llena de intensidad contenida se despliega ante nosotros, acompañada la primera vez con un elegante contrapunto de trompetas. Tras un brillante "forte" hacia la mitad de la exposición, finaliza en "piano". La transición al tema B es preparada por un interludio breve a cargo de los metales. La atmósfera parece oscurecerse y volverse amenazante cuando se inicia el tema B. La luminosidad inicial da paso al misterio, gracias a una melodía melancólica y enigmática en menor. Tiene una estructura simétrica con respecto al tema A: también presenta un "crescendo" central y un "diminuendo" hacia el final.

A continuación escuchamos una reexposición del tema A. Sin transición, pasamos directamente al tema C (el trío). Nuevamente en modo mayor, es de una nobleza arrebatadora que recuerda al trío de Mektub. La melodía, entonada por los saxos, es enriquecida por un original contrapunto de acordes de las flautas y clarinetes. La segunda parte de esta sección, desarrollada en "forte", sobrecoge al oyente por su fuerza y le deja en suspenso en un último compás en que la música se extingue de pronto como el despertar de un sueño.

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