Antonio Hurtado ha compuesto en el presente año dos piezas de capilla para la sevillana hermandad de la Vera Cruz: "Hodie mecum eris in Paradiso" y "Cristo yacía en los brazos de la muerte".
Previamente a su interpretación el Lunes Santo delante de la Virgen de las Tristezas, titular de dicha cofradía, la primera de estas obras fue estrenada el 13 de abril en un concierto ofrecido por la Banda Municipal de Sevilla en la sede de la Fundación Cruzcampo. A continuación ofrecemos la grabación de dicho estreno.
Hodie mecum eris in Paradiso (Antonio Hurtado Torres, 2011)
A continuación dejamos constancia de la descripción de la pieza realizada por el propio Antonio Hurtado, que consideramos interesante:
"(...) La segunda de las piezas compuestas por mí, lleva el título en Latín de
Hodie mecum eris in Paradiso -Hoy estarás conmigo en el Paraíso- , y está articulada a modo de un intenso diálogo a tres voces.
El Evangelio de San Mateo refiere escuetamente el hecho de que Jesús fue crucificado junto a dos salteadores que lo injuriaban, ambos por igual. San Lucas, en cambio, nos cuenta cómo uno los dos increpaba a Cristo diciendo: “¿No eres tú el Mesías? ¡Pues sálvate a ti y a nosotros!”, mientras que el otro ajusticiado, con más entereza y resignación, reprendía por ello a su compañero de muerte, suplicando al Redentor que se acordase de él cuando estuviese en su Reino. Fue entonces cuando, según Lucas, el Hijo del Hombre le dirigió las supremas palabras de liberación: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Nada más nos cuentan los Evangelios Canónicos acerca de este episodio. Pedro había negado a Cristo; Tomás no creerá en la Resurrección hasta que introduzca los dedos en los agujeros de los clavos; sin embargo, les estaba deparada la santidad. En cambio, la tradición general, cifrada en los Evangelios Apócrifos, otorga la salvación y la bienaventuranza para el llamado “buen ladrón”, mientras que impone la marca del aborrecimiento y la condenación para el otro, quien, presa de la desesperación y del dolor, y con el cuerpo retorcido en torno del madero, ni siquiera tuvo la oportunidad de meter los dedos en las llagas... No obstante, Sevilla, Nuestra Ciudad, tan pródiga en contradicciones, como sabia y benevolente, no entiende de condenaciones eternas, y aún tenía que escribir la última palabra sobre este relato, en su particular Evangelio:
el Evangelio Según Sevilla. En él, quedó constancia de un diálogo interior, más allá de las palabras, un diálogo de arrepentimiento y perdón, que aconteció entre el Señor y el incrédulo crucificado, en los últimos instantes, y en virtud del cual –citando y parafraseando a uno de nuestros universales bienaventurados sevillanos, ascendido a la Gloria desde las profundidades del abismo (Don Juan Tenorio)-, si verdaderamente “Un punto de contrición da a un alma la salvación”, aunque la maldad del “mal ladrón”,
hubiese sido inaudita, la piedad de Jesucristo es infinita, sin duda, la tarde de aquel primer Viernes Santo, estuvieron los tres en el Paraíso... que resultó no ser otro que Sevilla. Desde entonces, Dios vivió siempre entre nosotros."